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lunes, 29 de noviembre de 2010

Desastre educativo

Voces por todos los lados de la República de México proclaman con mayor o menor fuerza y oportunidad el desastre educativo del país. Las evaluaciones internacionales condenan a los alumnos y a los docentes por incompetentes. Evaluaciones nacionales “descubren” mil lacras del “sistema” educativo. Empleadores y empresarios se quejan de la deficiente capacitación de los trabajadores y de quienes egresan de la educación superior técnica o universitaria. Y los más audaces, quizá los más atinados, explican cómo el gobierno mexicano, encarnado en la Secretaría de Educación Pública, ha abdicado de la rectoría educativa del país para entregarla a los “mandamases” del sindicato magisterial.
Docentes, directores y burócratas educativos hablan de los efectos de los bajos salarios: “necesitamos doble plaza para comer siquiera”. Y el efecto devastador de una formación inicial de muy baja calidad, endogámica y anticuada. No se quedan atrás los investigadores de la realidad educativa, que recogen las características del hecho educativo mexicano y deploran la pobreza educativa con la cual se enseña sobretodo a los sectores más deprimidos de la sociedad, es decir muestran la terrible desigualdad educativa mexicana. La política educativa es la culpable, concluyen.
En todo este vocerío se olvida un hecho: las escuelas mexicanas abren y funcionan todos los días del calendario escolar. Niños, padres, madres, docentes, directores acuden, con algunas excepciones, a sus labores cotidianas. En todo el país enfrentan la realidad del transporte público, del tráfico infernal; las condiciones no siempre adecuadas para enseñar y aprender, los efectos cotidianos de inseguridad, pobreza y embotamiento por exceso de demandas. Todos los días los docentes se enfrentan a varias decenas de pares de ojos infantiles que los miran con avidez esperando indicaciones y propuestas de qué hacer para aprender. Todos los días madres y padres hacen lo imposible por hacer llegar a tiempo a sus hijos a la escuela. Y los que no lo pueden hacer, todos los días esperan conseguir la solución a su situación para hacerlo. La escuela sigue siendo una institución de la mayor confianza y estima para los mexicanos, niños y adultos.
Y es así porque todos los días directores y docentes desafían generosamente normas envejecidas y costumbres obsoletas para atender y entender a niños y jóvenes, para mantener vivo el interés en la bondad y belleza del saber y el conocer. El desastre no está en la vida cotidiana escolar. Es un desastre del gobierno y el sindicato de la educación empeñados en el uso y abuso de la educación para hacer politiquería.

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