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domingo, 7 de diciembre de 2014

EDUCACIÓN VS INSTRUCCIÓN

Ensayo ¿Qué es educar?: Educación vs Instrucción ¿ENSAYO “QUÉ ES EDUCAR”? EDUCACIÓN VS INSTRUCCIÓN

 Educación e instrucción

¿términos contrapuestos o complementarios? 

Según la Real Academia Española educación es el acto de educar, es decir, desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos etc.; e instrucción es el acto de instruir, es decir, comunicar sistemáticamente ideas, conocimientos o doctrinas. Con esta primera aproximación queda claro que son dos términos opuestos; la instrucción se contrapone, como proceso, a la personalización y a la socialización. El educando es parte activa del proceso educativo mientras que el que se está instruyendo recibe y acumula conocimientos. Pero ello no quiere decir que no puedan complementarse dentro de nuestro contexto, la educación, ni dentro de las funciones a desempeñar por el profesor en las aulas.

Por su parte, aprendizaje, etimológicamente hablando, es un sustantivo derivado del verbo aprender, y éste, a su vez, del vocablo latino “aprendehere”, que significa “coger”, apuñar algo para que no se escape. Quien coge es el aprendiz, es decir, el educando. La importancia recae sobre el educando, mientras que en la educación recae sobre el educador. Este concepto de aprendizaje puede ser el eslabón que una instrucción y educación. Aprendizaje, teniendo en cuenta la definición de instrucción, no es una instrucción sino que es un descubrimiento: formación de conceptos y resolución de problemas. ¿Cuál sería, por tanto, la postura ideal a adquirir por parte del profesorado actual: educar, instruir o ambas cosas?

 Para intentar clarificar este asunto comencemos por ponernos en antecedentes. En la Antigua Grecia, tuvieron lugar distintos modos de paideia (ideal educativo griego), pero quizás el más relevante fue aquel que separó educación e instrucción. La educación recaía en manos de los pedagogos, personas que se encontraban dentro del ámbito familiar y cuya labor era la transmisión de valores morales y la formación del carácter e integridad moral del niño; mientras que la instrucción estaba en manos del maestro, intelectuales externos a la familia cuya función principal era transmitir conocimientos instrumentales y técnicos. Desde entonces la educación siempre fue superior a la instrucción hasta el siglo XVIII, con el nacimiento de la Enciclopedia, en el que los conocimientos geométricos tomaron relevancia y se intercambian los papeles, la instrucción pasa a estar en un primer plano en detrimento de la educación.

 Entonces ¿qué posición debe tomar el profesor, la de los griegos o la que ha reinado durante todo el siglo XX? El pedagogo Francisco Giner de los Ríos se posiciona en contra de la instrucción y escribe «Sigue nuestra enseñanza el impulso de las ideas reinantes. Según éstas, se halla concebida, organizada y desempeñada como una mera función intelectual, o sea, que atiende a la inteligencia del alumno tan sólo, no a la integridad de su naturaleza, ni a despertar las energías radicales de su ser, ni a dirigir la formación de los sentimientos..., de su moralidad y de su carácter...; pero al salir de allí (escuela), acaba para él (niño) toda educación en las aulas..., donde sólo la instrucción material impera.» En contra, se encuentra el ingeniero químico argentino Juan José Luetich quien afirma que “La elección de la palabra "educación" para designar a la misión de la escuela es sin dudas desacertada. No porque la escuela no eduque o porque no quiera hacerlo. Simplemente, porque ésa no es su función principal. Además, hay otra institución —la familia— que la hace, y la hace mejor”

 Por su parte, el catedrático Mariano Fernández Enguita aboga por una labor dual de la escuela, es decir, que ésta debe educar e instruir. Siempre se ha creído que la familia era la encargada de la transmisión de valores y formación integral del niño pero esa labor la puede desempeñar mejor la escuela. Enguita nos muestra un ejemplo para entenderlo mejor: aceptar la diversidad. “Algunas familias pueden ser heterogéneas (interraciales, interculturales, con discapacitados…) y todas pueden transmitir el mensaje del respeto y la tolerancia, pero la que está en condiciones de ser un microcosmos social, escenario de convivencia reflexiva entre diferentes, es la escuela, que puede y debe asumir esa heterogeneidad (otra cosa es si cada centro lo hace), no las familias. Las familias adoptan, por tanto, la labor de instruir a los suyos y la escuela la ardua misión de educar; pero siempre complementándose y trabajando conjuntamente”.

 Volvamos pues a la cuestión anterior ¿seguimos los pasos de Luetich o de Enguita? Personalmente me decanto por Enguita. No puede existir educación sin instrucción y viceversa. El profesor debe tener la capacidad de desempeñar ambas funciones. Por una parte debe transmitir información, conocimientos, destrezas… actuando así como instructor y, por otra parte, debe formar al individuo, ayudarle a construir su personalidad, sus valores, sus formas sociales de comportamiento... todo lo que forma parte de la educación. Surge entonces la pregunta ¿cómo hacerlo? ¿Cómo puedo educar si dispongo de una hora escasa para impartir los conocimientos propios de mi asignatura? Pueden enseñarse los conocimientos propios de matemáticas o biología, tales como resolver integrales o estudiar la estructura de la célula y educar al mismo tiempo. ¿Acaso cuando intentamos enseñar estos contenidos no estamos también educando? Transmitimos el valor del esfuerzo, de la puntualidad, del respeto, solidaridad, compañerismo… durante una clase no sólo surgen problemas relacionados con el temario sino que también pueden comentarse los problemas actuales tales como la crisis, la discriminación, la pobreza… y todo ello forma parte de la educación. Nuestra manera de actuar durante una clase forma parte de ese currículum oculto que tan importante resulta para la educación de los alumnos. El profesor responde más o menos amable a las preguntas planteadas por sus alumnos, trata los temas con mayor o menor seriedad según la situación, llega puntual o no a clase, interrumpe o no las exposiciones de los alumnos, se muestra o no tolerante ante la diversidad de razas… todas estas acciones forman parte del desarrollo integral que tanto ansiamos, y todo ello sin apenas darnos cuenta. En una hora de clase hemos enseñado a resolver integrales y, al mismo tiempo, hemos transmitido valores esenciales para el niño.

 Dejemos pues de ser papagayos e involucrémonos en el desarrollo moral de los alumnos, ayudémosles a desarrollarse como personas y a explorar y reflexionar sobre los contenidos propuestos.

Una persona educada. Educación personal. Principios. Valores. Los buenos modales

Una persona educada. Educación personal. Principios. Valores.


  • Los buenos modales deben ser 
  • la expresión de nuestro "patrimonio interior" y no del patrimonio exterior, del que presumimos la mayor parte de la gente.

Foto  antony_mayfield  Una charla entre amigos.

La buena educación, por encima de todo.

Una persona debe ser educada, independientemente de su posición social o de su nivel económico. Los buenos modales no están reñidos con la posición de una persona, o al menos no deberían estarlo.
Está claro, que la gente con mayores posibilidades, tiene acceso a una educación mejor, pero los buenos modales, es algo que se puede aprender simplemente mirando, fijándonos en las personas educadas y correctas.
Tal y como hemos comentado en otros apartados de este portal, ir lujosamente vestido, con ropa cara, joyas, etc. no sirve de nada cuando se actúa de forma incorrecta. Hay personas que con solo abrir la boca, ya estropean toda su imagen exterior.
"Los buenos modales no se pueden fingir 24 horas al día"
Los buenos modales deben ser la expresión de nuestro "patrimonio interior" y no del patrimonio exterior, del que presumimos la mayor parte de la gente.
Ser una persona educada no es tan difícil. Simplemente debemos saber respetar, saber sonreír, incluso en los peores momentos, saber saludar de forma correcta, saber controlar las palabras, para no herir a los demás (dicen que las palabras son como las flechas, que una vez disparadas ya no se pueden parar).
Una persona educada, no lo es simplemente por sus modales refinados, o por saber que cubierto utilizar en una mesa. Una persona educada debe serlo en todo momento y con todo el mundo. Con los empleados, con sus vecinos, con sus amigos. No se puede ser "educado de conveniencia".
Hablar a gritos, hacer ademanes exagerados, gestos ordinarios (meterse el dedo en la nariz, o la uña entre los dientes, por ejemplo), hablar con la boca llena, etc. Todo esto destruye cualquier tipo de buena apariencia física que tengamos.
Hay que tener en cuenta, que la educación además de servirnos para todas las facetas de nuestra vida, es como una planta que disemina sus semillas.
Comportarse de forma educada, sirve de ejemplo; hace que otras personas que se fijen en nosotros tomen en cuenta este comportamiento. Nosotros también podemos aprender de otras personas. Y de esta manera, podemos difundir y promocionar la buena educación y los buenos modales.
"Compórtate en casa como si estuvieras en un palacio, para que cuando estés en un palacio te puedas comportar como en casa".  La buena educación en casa y en un palacio, da lo mismo, pero siempre, educados.

3 Características de un Hombre Educado

¿Qué define a un hombre educado? 
¿El número de títulos que posee?
 ¿El amplio de su vocabulario? 
¿La cantidad de libros que ha leído? 

Las cualidades que constituyen a un hombre educado pueden ser muchas y largamente debatidas. Es por eso que me voy a centrar en la descripción que hace el comandante Edward Whitehead (el hombre schweppes) en el libro “Live the Good Life”.
Dijo:
“Podemos definir al hombre educado como aquel que puede entrenerse a si mismo, que puede entretener a otro, y que puede entretener con una idea nueva”

Vamos a elaborar cada una de las 3 características.

1. Puede entrenerse a si mismo

“Sólo se aburren aquellos quienes lo quieren todo hecho para ellos” – Billy Graham

 ¡Qué aburrimiento! es una de las frases más repetidas por niños durante sus vacaciones. Los niños esperan que sus padres sean capaces de entretenerles para curar su aburrimiento (Si tu madre fuese como la mía, siempre tendrías que oir la clásica “Qué tal si limpias tu habitación?”).

Desafortunadamente, hay hombres que nunca maduran ni superan esa necesidad de ser entretenidos por otros, y en consecuencia no desarrollan la capacidad de entretenerse solos. Es el tipo que baja la cabeza en una cena mientras la gente hace la sobremesa, el que viene a visitarte y no tiene ni la menor idea de qué hacer en tu ciudad; dejándo toda la planificación para tí.

 El motivo por el que los niños tienden a aburrirse no es la falta de opciones para entretenerlos -normalmente están rodeados de juguetes y juegos- sino por la falta de atención e interés. Jugan a algo o con algo durante un rato, luego cambian a otro juego, y al final no saben qué más hacer. El hombre educado sabe inducirse en una tarea, un hobby, una conversación, o un libro por que ha desarrollado la capacidad de concentrarse.

“La gente aburrida, lo es principalmente de ellos mismos.” –Eric Hoffer

En los tiempos que corren, con un iPhone en mano, no es complicado entretenerse. Cualquiera puede navegar o escribir whatsapps y así matar el aburrimiento. El verdadero reto para el hombre educado moderno resulta en entretenerse cuando la tecnología no está disponible o no está socialmente aceptado que la saques a relucir.
 ¿Puedes entretenerte en un tostón de reunión, en un camping, o en una conversa de sobremesa entre suegros? 
Un hombre educado puede, y lo hace. Irónicamente, mediante la habilidad -tan importante en la juventud- de la curiosidad. El hombre educado is insaciablemente curioso sobre el mundo que le rodea a él y a los demás. En cualquier situación verá la oportunidad de aprender, estudiar y observar. Si se encuentra sin su iPhone o sin compañía atrapado en alguna situación, usará el tiempo necesario para desenredar el problema filosófico con el que se está peleando; la mente de un hombre educado está formada por un cúmulo de ideas que pueden salir al rescate de situaciones comprometidamente aburridas.

2. Puede entretener a un amigo

¡Si alguien carece de habilidades para auto-entretenerse, suerte tiene de tener un amigo que sea educado para entretenerle!

El hombre educado es el alma de la fiesta, el hombre que mantiene la conversación viva y es conocido por ser irremediablemente interesante.

Es capaz de hacerlo por el sinfin de experiencias que ha tenido, visto o leído. Tiene un arsenal de historias sobre sus viajes y aventuras listas para entretener. Está al corriente de las últimas noticias e historias interesantes del mundo de la ciencia. No importa cómo de grande sea el grupo, el hombre educado siempre conoce una historia que gustará a todos ellos.

Abraham Lincoln es un buen ejemplo de hombre educado capaz de entretener a los demás. A pesar de tener sólo 1 año de formación académica, dedico su vida a la lectura y aprendizaje. Como resultado desarrolló la capacidad de hablar con quien fuese sobre lo que fuere siendo capaz de entretenerlos. Además, tal y como decía Adeline Judd -mujer de Lincoln- “Like all truly great men he was a good listener.”

El hombre educado sabe de humanidad, comportamiento y psicología, y por eso conoce lo que le gusta a la gente cuando éstos están interesados en él.

El hombre educado es capaz de contar un buen chiste y hacer reir a la gente. Ser educado no implica ser serio, correcto o simplemente interesante, hay que caer simpático y sacar las sonrisas de aquellos que te escuchan. 

3. Puede entretener con una idea nueva

Ésta puede parecer la más fácil… ¿Tan difícil es tener la mente abierta?

Estudios recientes sobre el comportamiento y funcionamiento de nuestra mente demuestran que, lejos de ser los seres racionales que creemos que somos, nuestro subconsciente moldea nuestras ideas, creencias y motivaciones de manera irracional.
Por ejemplo, el “efecto rebote” que experimentamos cuando se nos presenta una evidencia que contradice nuestras creencias, y en lugar de cambiar nuestra manera de pensar nos aferramos a nuestra obstinación. O el llamado efecto “sesgo de confirmación” que nos hace buscar y prestar atención sólamente a la información que reafirme nuestros conocimientos preexistentes, mientras ignoramos aquella que contradice a dichos conocimientos, por el simple hecho de que ya hemos invertido tiempo, dinero o emociones en ello. 
En otras palabras, nuestras mentes ven nuestras ideas personales como un gran tesoro, y a las ideas que nos contradicen como piratas; cuando nuestro inconsciente sistema de seguridad las detecta, deja salir a los perros y cierra las puertas.
Al enfrentarnos a ideas nuevas, nuestro cerebro se cierra literalmente a aquellas personas hasta que no oímos algo o alguien que nos confirme aquello que en lo que creemos. ----------- Todo esto para decir que, la abilidad para entretener con ideas nuevas puede no surgir de manera natural. Tu mente ha de ser capaz de apagar los mecanismos de seguridad del subconsciente y decir, “Vale, ya sé lo que está pasando aquí. Voy a intentar no ser demasiado fugaz. No sé si es un pirata o un nuevo amigo. ¿Por qué no comprobarlo?”

Entretenerse con una idea nueva no significa necesariamente aceptar y cambiar tus creencias cada vez que se presenta un punto de vista diferente al tuyo. Tal y como se ha dicho, “Abre tu mente, pero lo justo para no perderla”. 

Dicho esto, deberías entretener con ideas nuevas de la misma manera que entretienes a un invitado. Habla con el de manera abierta, desde una cierta distancia. Si te intriga, invítale a tener una conversa más cercana. Pasa tiempo para conocerle. Y si resulta ser una manzana ácida, prívale de tu compañía. Pero recuerda que, a veces, la persona con la que creías no tener nada en común acaba conviertiéndose en tu mejor amigo. El hombre educado tiene la facilidad de verlo así. Sus experiencias variopintas y estudios le han dado múltiples oportunidades de ver cómo la información que ha recibido ha cambiado su opinión -incluso cuando esas ideas y creencias llevan mucho tiempo en su mente-. El hombre que busca cobijo en gente como él, que sólo lee cosas para confirmar sus ideas preconcebidas nunca va a tener la oportunidad de vivir experiencias que le cambien la manera de ver el mundo, y va a entender a los demás como una amenaza. A ese hombre, tiéndele la mano con la seguridad de saber que estas en el otro lado de su foso repleto de cocodrilos.

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HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA EDUCACIÓN EN VALORES: LOS TEMAS TRANSVERSALES DEL CURRÍCULUM.

HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA EDUCACIÓN EN VALORES: LOS TEMAS TRANSVERSALES DEL CURRÍCULUM.
Mª José Alcalá del Olmo Fernández. Universidad Pontificia de Salamanca.
RESUMEN
La Educación en Valores recibe una atención preferente en los actuales diseños curriculares.
En este sentido, la Reforma del Sistema Educativo Logse, propone trabajar una serie de temas que, pese a no ocupar un puesto concreto en el currículum, han de trabajarse a lo largo de la escolaridad.
Estos son los llamados “ejes transversales”, los cuales, se dirigen a un objetivo básico: Promover el desarrollo de conductas críticas y reflexivas en los estudiantes.
En este artículo, no sólo se delimitan las principales características de la Transversalidad, sino que se abordan los aspectos siguientes:
Concepto de Globalidad, Concepción Constructivista de Aprendizaje, Metodología y Evaluación en materia de Temas Transversales y papel del profesorado en el tratamiento didáctico de la Transversalidad.
Espero dar a conocer la importancia que recibe en la actualidad la promoción de valores de solidaridad, tolerancia e igualdad, a los que, esta aportación de la Reforma, concede una importancia significativa.
1.- A MODO DE INTRODUCCIÓN: LOS TEMAS TRANSVERSALES Y LA EDUCACIÓN EN VALORES.
En los últimos años, se han producido importantes modificaciones en los escenarios escolares.
De ser lugares destinados a la difusión de saberes y a la asimilación, por parte de los estudiantes, de contenidos conceptuales, han pasado a convertirse en ámbitos de promoción de actitudes y valores, con fines orientados a promover conductas de respeto, tolerancia y cooperación con el entorno.
La escuela, de este modo, se aleja de su tradicional vertiente academicista, centrada en la acumulación de datos, para situar, en un lugar predominante, la dimensión afectiva y actitudinal.
Conjuntamente, se ha llegado a trascender el aprendizaje centrado en contenidos conceptuales, para quedar reconocida la importancia de los contenidos actitudinales y valorativos en la estructura curricular de los centros, considerados influyentes en el desarrollo moral del alumnado y la configuración de su personalidad.
En este singular marco, reside la Transversalidad, importante aportación desprendida de la Reforma Educativa, y factor dinamizador de un cambio acontecido en la educación.
Entre algunas de las características definitorias de la misma, podemos hacer alusión a las siguientes:
1)  Se trata, ante todo, de una educación en valores, puesto que:
a) Los valores y actitudes ocupan un lugar destacado en procesos de enseñanza, considerados instrumentos que permiten al educando desenvolverse adecuadamente en un mundo en constante cambio. Un mundo en el que, ante situaciones conflictivas, sea capaz de reflexionar y construir un particular sistema y jerarquía de valores, para así “enjuiciar críticamente la realidad e intervenir en ella para transformarla y mejorarla” (YUS RAMOS, R. 1995: 72).
 b) Las dimensiones abordadas no pretenden quedarse en  mero objeto de reflexión en el aula, sino que desean promover conductas de participación responsable y comprometida en la mejora de la realidad.
 c) Los valores  y  las actitudes se convierten en  instrumentos  que  dotan  de  coherencia  y  fundamento a los factores que intervienen en procesos de  enseñanza, propiciando, además, la vida en sociedad.
 d) Los enfoques educativos reciben una dimensión más humana (GONZÁLEZ LUCINI, F. 1995), enfrentándose a la tarea de  contribuir al desarrollo integral de la persona y la configuración de su personalidad (REYZÁBAL, M.V. y SANZ, A.I. 1995).
Todo ello lo encontramos reflejado, tanto en el Texto de la Logse, como en nuestra Constitución.
En el primer caso, quedan señalados, como algunos de los fines a los que se orientará el Sistema Educativo Español, los siguientes (Cfr. SANTAMARÍA, G. Y ROJO, I. 1992: 57-58):
“[…] El pleno desarrollo de la personalidad
         del alumno”.  (Título Preliminar art. 1.1.a)
“[…] La formación personalizada, que
         propicie una educación integral en
        conocimientos, destrezas y valores morales
       de los alumnos en todos los ámbitos de la vida, personal, familiar,  
      social y profesional”.   (Título Preliminar art. 2.3.a).

La Constitución Española de 1978, por su parte, reconoce la importancia de la formación en valores en su artículo 27.2:
 “(…) La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales” (MEC, 1978: 225).

 e) La educación se sitúa al servicio de las necesidades y exigencias de la sociedad,  se hace sensible con las problemáticas que tienen lugar en la misma, planteándose, a través de las enseñanzas transversales, aquellas cuestiones de mayor demanda e interés para el marco social (MEC, 1992), en espera de que el alumno se sienta comprometido a participar en su mejora.
2)  Con el fin de propiciar la consecución de un aprendizaje integral, la Transversalidad, por otra parte, apunta a una educación global, en la que, además de confluir en plano de igualdad la vertiente afectiva e intelectual (YUS RAMOS, R. 1997), se otorga un tratamiento interdisciplinar a los contenidos de enseñanza.
Asumir este enfoque significa:
  • Trascender el conocimiento estrictamente disciplinar, para, en su lugar, recurrir a conceptos y procedimientos derivados de diversas disciplinas.
  • Posibilitar la formulación de interrogantes a los que no podría concederse respuesta en caso de acudir exclusivamente a un único campo disciplinar.
  • Ofrecer una visión amplia del mundo (YUS RAMOS, R. 1996), junto a las relaciones de interdependencia que en él tienen lugar.
  • Abordar, de una forma abierta, holística y sistémica la realidad socio-natural y los procesos interactivos de la educación.
  • Promover  visiones interdisciplinares, globales y complejas (PALOS, J. 1998) de la realidad envolvente.
  • Fomentar un aprendizaje para una mente global, de forma que, mediante una perspectiva globalizadora, consiga superarse la percepción fragmentaria  o parcelada de aquélla.
3)  Ante el reto de abordar cuestiones vinculadas a problemas relevantes, el rol del profesorado se modifica considerablemente:
·         Ha de establecer con la sociedad un “contrato moral” (MARTÍNEZ, M. 1998: 10-11), en el sentido, no ya tan sólo de emplear recursos pedagógicos que faciliten un óptimo aprendizaje en los alumnos, sino de trabajar temáticas adaptadas a las necesidades concretas del momento.
·         Es considerado un profesional reflexivo, centrado en la revisión de tareas emprendidas y metodología seguida.
·         Debe ser capaz de crear situaciones estimulantes de aprendizaje, que inciten al alumnado a investigar, indagar y aprender, y en las que éste pueda manifestar rasgos de afectividad, sensibilidad e interés hacia las dimensiones tratadas.
4) Con la Transversalidad, finalmente, asistimos a una concepción constructivista del aprendizaje, no sólo ante la implicación de los discentes en procesos de enseñanza, sino al propiciarse el desarrollo de un aprendizaje significativo.
Bajo este supuesto, los contenidos científicos y la realidad cotidiana de los estudiantes se funden en un mismo proceso (GONZÁLEZ LUCINI. F. 1995), lo que implica:
·      Descubrir la funcionalidad de lo aprendido (DCB, 1989), y junto a ello, su relevancia, concreción y utilidad práctica.
·      Manifestar una actitud favorable hacia aquello que ha de ser estudiado, incrementándose  la motivación y la disponibilidad.
En definitiva, la Transversalidad origina una nueva manera de entender los fenómenos educativos.
Supone un intento de superación de errores existentes en materia de enseñanza bajo perspectivas tradicionales, a las que se acusa de atender escasamente las necesidades de una sociedad en acelerado proceso de cambio.
Una sociedad que deposita confianzas en la escuela para poder llegar a alcanzar un mundo más justo y solidario.
2.- CARACTERIZACIÓN DE LOS EJES TRANSVERSALES:
Paralelamente a las profundas transformaciones e intereses detectados en la sociedad, la escuela, como agencia de socialización de primer orden junto al marco familiar, se encuentra ante la necesidad de revisar sus planteamientos y concepciones tradicionales, y junto a ellos, sus estrategias metodológicas, finalidades, criterios de evaluación, contenidos,...
Por ello, puesto que nuestra realidad en ningún modo se halla estancada, sino, por contra, “en continuo devenir”, se hace necesaria una enseñanza inmersa en la sociedad, integrada en las exigencias y demandas socio-culturales, flexible y con posibilidad de adaptación a aquello que vaya sucediéndose.
Se hace preciso construir una nueva escuela,  que  aún aceptando la importancia de la cultura tradicional como base y solidez intelectual para el ser humano, sea capaz de reconocer la importancia de plantear una enseñanza centrada en intereses y necesidades vigentes en  momentos concretos.
De esta forma, podrá calificarse de abierta y flexible, adaptada a la realidad cotidiana del alumnado, y facilitadora de la consecución de aprendizajes significativos y funcionales, contribuyentes a generar un desarrollo integral en las facultades humanas y una positiva estructuración de la personalidad.
Dicha escuela, construida en fundamentos de ética y moralidad, tratará de convertir al alumno en un adecuado “analista” de su entorno, reflexionando acerca del mismo y con inquietudes y motivaciones constantes de participación en la resolución de situaciones problemáticas, criticando los aspectos considerados injustos, e identificando posibles alternativas que poner en práctica para paliar o reducir los efectos negativos de la desigualdad y los conflictos en general.
En esta nueva circunstancia de “edificación escolar”, se encuentran comprendidas las enseñanzas transversales.
Su presencia se justifica, entre otros aspectos, ante el hecho de orientarse a satisfacer plenamente las exigencias culturales que la sociedad presenta en periodos concretos, subrayando, por encima de contenidos de índole conceptual, los de dimensión actitudinal.
Éstos últimos, adquieren ahora un verdadero protagonismo, reflejando en la estructura curricular la enseñanza de actitudes y valores.
Varias son las características que pueden ayudarnos a conocer en profundidad estas materias.
Nos detendremos en las siguientes:
1)  Se enmarcan en torno a una educación en valores, que, considerados instrumentos necesarios para llegar a generar un cambio cultural y una transformación social, cumplen un papel dinámico en procesos educativos.
Educación de índole valorativa en el sentido de que  mediante estas enseñanzas, los fines se dirigen a “educar a partir del conflicto”, planteando en el aula situaciones problemáticas de la realidad cotidiana, en espera de que el alumno asuma compromisos y responsabilidades en su progresiva resolución.
La formación en actitudes y valores, así pues, adquiere una importancia significativa, de la que el contexto escolar no habrá de permanecer al margen, tal y como sostuvo Freinet:
  “La escuela no debe desinteresarse de la formación moral y cívica, pues esta formación no sólo es necesaria, sino imprescindible, ya que sin ella, no puede haber una formación auténticamente humana”. (FREINET, C. 1979: 5)

2)  Mediante el abordaje de aspectos relacionados con la afectividad, el mundo de los sentimientos, las diversas formas de interacción y la capacidad de intervención en el complejo entramado social, estas materias pretenden enriquecer la estructura curricular.
Así, en oposición a enfoques disciplinares tradicionales, trata de vincularse la dimensión afectiva y la intelectual, como punto de referencia a partir del que promover un desarrollo integral de las facultades humanas.
3) Su posición en el currículum, definida como impregnación (YUS RAMOS, R. 1997), es otro rasgo relevante de estas aportaciones educativas:
·      No ocupan un puesto específico ni se consideran materias añadidas a las programaciones.
·      Con ellas, no se pretenden “introducir contenidos nuevos que no estén ya reflejados en el currículo de las áreas” (JIMÉNEZ ARMESTO, M.J. y LALIENA ANDREU, L. 1992: 3).
·      Se trata, fundamentalmente, de que impregnen por entero el currículum escolar, de forma que éste reciba influjos de aquellos valores y actitudes considerados prioritarios bajo enfoques de transversalidad.
·      Los contenidos actitudinales a que hacen referencia, no sólo forman parte de los contenidos a desarrollar en las áreas, sino que inciden en la estructura organizativa y el funcionamiento del centro escolar (GONZÁLEZ LUCINI, F. 1994).
4) Al trasladar a las aulas situaciones problemáticas de la vida cotidiana, mediante las enseñanzas transversales consigue establecerse una clara conexión entre la escuela y la vida (PUIG, J.M. y ,MARTÍN, X. 1998).
Por ello, puesto que desea ofrecerse respuesta a aquellos conflictos reconocidos socialmente como relevantes, entre algunas de las definiciones que podemos conferir a tales novedosas dimensiones educativas es que “se trata de contenidos educativos valiosos, que responden a un proyecto válido de sociedad y de educación, y que, por consiguiente, están plenamente justificados dentro del marco social en el que ha de desarrollarse toda la educación” (JIMÉNEZ ARMESTO, M.J. y LALIENA ANDREU, L. 1992: 3).
Dicha vinculación entre la escuela y la vida, genera distintas implicaciones:
·         El escenario escolar adquiere una nueva funcionalidad, asumiendo el compromiso, tanto de contemplar el tipo de ciudadano que se aspira a formar, como superar disfunciones tales como el elitismo, la competitividad y las diversas formas de manipulación.
·         Quedan tendidos “puentes entre el conocimiento vulgar y el conocimiento científico” (YUS RAMOS, R. 1997: 17), en la medida en que las cuestiones abordadas forman parte del universo de intereses de los alumnos.
De ese modo, no sólo consigue incrementarse la motivación, sino que se descubre la funcionalidad de lo aprendido.
·         Pese a introducir en el ámbito de la enseñanza las preocupaciones más sobresalientes de la sociedad, las materias curriculares no se trasladan a un segundo término.
En todo caso, se considera necesario llevar a cabo una revisión de sus contenidos, a fin de adaptarlos, tanto a conflictos sociales relevantes, como inquietudes de los educandos.
·         Se hace precisa una estructura organizativa en la que la colaboración, la solidaridad y el trabajo compartido sean notas predominantes, en espera de propiciar el intercambio de ideas y el contraste de puntos de vista divergentes.
·         Finalmente, hemos de destacar, que apoyándose en los ejes transversales, la reforma educativa desea trascender la tradicional lógica disciplinar imperante en la enseñanza, y con ella, los planteamientos exclusivamente racionalistas (RODRÍGUEZ ROJO, M. 1995).
En su lugar, se otorga un carácter interdisciplinar a los contenidos, para llegar a adquirir una visión interrelacionada del saber.
En síntesis, se trata de superar la “unidimensionalidad de la razón”,  fruto de una organización del conocimiento en compartimentos estancos, para ampliar el universo de conocimientos de los estudiantes.
3.-  LA ESCUELA ANTE LOS CONFLICTOS DE LA SOCIEDAD: DESARROLLO DE UN APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO.
Como hemos puesto de manifiesto, la apertura de la escuela a la vida es un rasgo definitorio de los ejes transversales, claro reflejo de las modificaciones generadas en procesos de enseñanza.
En relación a dicha apertura, queremos detenernos puntualmente en dos cuestiones clave:
1. La puesta en práctica de una enseñanza fundamentada en planteamientos transversales, encierra un compromiso establecido entre el escenario escolar y el entorno social.
2. Puesto que son abordados sucesos de la vida cotidiana, asistimos a una fundamental concepción educativa: la concepción constructivista del aprendizaje.
Si reflexionamos en torno al primero de los aspectos, hemos de destacar varias consideraciones.
En principio, cabe reconocer la función de socialización adquirida por la escuela ante la presencia de las enseñanzas transversales, cuyos objetivos se concretan:
·      De un lado, en el alcance de una educación solidaria e intercultural, como vía mediante la que desarrollar un sentimiento de fraternidad a escala nacional.
·      De otro, en propiciar en los educandos una positiva integración y adaptación al marco de una sociedad en continuo proceso de cambio.
·      Al mismo tiempo, en promover una formación integral, conducente a la configuración de una sociedad asentada en fundamentos de paz y justicia:
“(…) los temas transversales tienen un valor importante tanto para el desarrollo personal e integral de los alumnos, cuanto para un proyecto de sociedad más libre y pacífico, más respetuosa hacia las personas y también hacia la propia naturaleza que constituye el entorno de la sociedad humana” (JIMÉNEZ ARMESTO, M.J. y LALIENA ANDREU, L. 1992: 4).

·      Finalmente, en impulsar la modificación de contenidos curriculares tradicionales, a fin de adaptarlos al marco de una sociedad cuyos modos de vivir, pensar y sentir son de naturaleza dinámica.
Así, puesto que los contenidos inmersos en los ejes transversales “hacen referencia a los problemas y a los conflictos, de gran trascendencia, que se producen en la época actual y frente a los que es urgente una toma de posiciones personales y colectivas”(GONZÁLEZ LUCINI, F. 1994: 12), la “reestructuración conceptual” cobra pleno sentido.
En síntesis, con la Transversalidad, la escuela, como ámbito de promoción de actitudes y valores, se hace sensible a las problemáticas detectadas en el seno de la sociedad, aunando sus esfuerzos en promover una formación tal, que impulse a los alumnos a participar en su resolución.
Si admitimos la capacidad de los procesos educativos para “incidir en los distintos entornos sociales, proporcionando tanto claves para comprenderlos como aplicación funcional a los contenidos escolares”(BOLÍVAR, A. 1996: 31-32), podemos reconocer que, con las enseñanzas transversales, asistimos a una importante concepción educativa: la concepción constructivista del aprendizaje.
Situada en el origen de los aprendizajes significativos, con ésta, se ofrece la posibilidad de “tender un puente de coherencia entre la cotidianeidad del alumno y los contenidos de la enseñanza” (MORENO MARIMÓN, M. 1994: 34).
Además de contribuir “al crecimiento personal de los alumnos, favoreciendo y promoviendo su desarrollo y socialización”(COLL, C. et.al. 1992: 15), el aprendizaje significativo permite establecer vínculos entre aquello nuevo a ser aprendido y aquello que ya se conoce, lo cual forma parte de la estructura cognitiva del sujeto y sus experiencias previas.
Varias son las características que podemos subrayar en torno al citado aprendizaje:
1) Trata de favorecer una comprensión adecuada, lo que requiere la revisión, modificación y enriquecimiento de lo que se conoce previamente y de lo que en lo sucesivo va siendo aprendido.
2) Pretende identificarse por su funcionalidad, de lo que se deriva su capacidad para permitir la transferencia, es decir, la posibilidad de trasladar aquello aprendido en situaciones concretas a otras diferenciadas.
3) Representa un intento de superación de aprendizajes memorísticos, “sin arraigo en la estructura cognitiva del sujeto y condenado, por lo general, a rápido olvido” (DCB 1989: 32).
4) Junto a la necesidad de disponer de conocimientos previos conectados con el nuevo material de aprendizaje al que desee accederse, requiere, por parte del alumno, una cierta predisposición para llegar a comprender.
Así, tanto la actitud positiva hacia la actividad de aprendizaje como la motivación, serán factores decisivos para atribuir sentido a lo paulatinamente aprendido.
5) Genera importantes modificaciones en la posición ocupada por docentes y alumnos en el proceso de adquisición y asimilación de conocimientos.
Tratándose de una “aventura intelectual”(BUSQUETS, M.D. et.al. 1993: 26), el aprendizaje significativo identifica en el profesorado un guía en el que apoyarse el discente en su construcción conceptual. 
Además de respetar la evolución y el desarrollo de cada alumno, a él se atribuyen las siguientes funciones:
·      Propiciar la modificación de concepciones erróneas previas que formen parte de la estructura cognitiva de los estudiantes.
·      Facilitar la progresiva construcción de significados cada vez más complejos y amplios. 
·      Presentar en el aula situaciones estimulantes de aprendizaje, que incrementen la motivación e interés hacia cuestiones trabajadas.
En relación al alumno, por su parte, de igual forma que bajo la citada concepción constructivista del aprendizaje queda asegurada su participación activa, no podemos olvidar la importancia que en el aludido proceso cumple el factor descubrimiento, que habrá de quedar plenamente asegurado.
De ello dependerá de manera creciente que lleguen a generarse verdaderas capacidades de asimilación y comprensión de aquello que formó parte del proceso de aprendizaje.
En definitiva, con las enseñanzas transversales, como vías a partir de las que vincular la realidad cotidiana con aquella abordada en la esfera escolar, y definidas como “temas determinados por situaciones socialmente problemáticas y que atraviesan o envuelven el análisis de la realidad, para lo cual se ha de comprender, impregnándola de una ética y una moral para la convivencia” (PALOS RODRÍGUEZ, J. 1995: 140), no sólo se modifican ampliamente los roles tradicionales de docentes y alumnos, sino que, además, la escuela “ofrece su mano” a la sociedad, tratando de contribuir a solventar  situaciones de conflicto.
De ese modo, el alumno adquiere conciencia de la posibilidad de aplicar en contextos no estrictamente académicos lo que fue tratado en el aula.
Así, consigue asegurarse la consecución de uno de los objetivos que identifican los procesos educativos: la funcionalidad de los aprendizajes, en tanto que “la educación escolar pretende que los conocimientos adquiridos puedan ser utilizados en las circunstancias reales en que el alumno lo necesite”(DCB 1989:33).
4.      ÉNFASIS OTORGADO A CONTENIDOS DE ÍNDOLE ACTITUDINAL Y VALORATIVO.
El enfoque curricular propuesto por la actual Reforma Educativa, marco en el que se encuentran los temas transversales, destaca la importancia de los contenidos escolares como instrumentos mediante los que contribuir al desarrollo integral del alumno.
Tal énfasis, sin embargo, en ningún caso supone entender la enseñanza como actividad ligada exclusivamente a la difusión conceptual, sino que su interés reside en determinar qué contenidos serán los realmente interesantes para facilitar en el alumnado una adecuada inserción en el medio social, junto a una óptima interiorización de aquellos valores sociales emergentes existentes en periodos determinados.
Si desde concepciones tradicionales la importancia atribuida a los contenidos residía en su mera transmisión y acumulación, el planteamiento curricular propuesto por la reforma descansa en una concepción constructivista del aprendizaje (COLL, C. et.al. 1992), jugando los contenidos un esencial papel en el desarrollo y socialización de los discentes.
De este modo, los saberes considerados de interés preferencial serán aquellos que hagan referencia al entorno social y cultural, considerándose educada aquella persona que logra asimilar y comprender adecuadamente lo que se estima a nivel social el verdadero saber.
Como propuesta educativa desprendida de los planteamientos de reforma, la transversalidad genera modificaciones sustanciales en el ámbito de los contenidos.
Bajo tal dimensión innovadora, no se trata tan sólo de instruir en unos conocimientos o destrezas específicas, sino más bien de conseguir que los discentes desarrollen capacidades con las que comprender el mundo, reflexionando en torno a situaciones conflictivas generadas y estableciendo un juicio moral propio y un posicionamiento concreto ante lo acontecido.
Ante ello, lo esencial radica en seleccionar aquellos contenidos mediante los que el alumno no sólo pueda entender el mundo que le rodea, sino también “problematizarlo tal y como lo conocemos”(BLANCO, N. 1996: 16), tratándose de educar unas actitudes concretas, facilitar la adquisición de diversos saberes procedimentales y asegurar el dominio de determinados repertorios de conocimientos.
El interés deja de residir estrictamente en la asimilación de contenidos conceptuales transmitidos en el aula, para llegar a subrayar la importancia de la vertiente actitudinal y valorativa, a la que los ejes transversales reservan un destacado lugar.
Asumir este enfoque significa:
1) Trascender la estricta profundización en conocimientos técnicos y saberes científicos en general, para, en su lugar,  generar “cambios cualitativos en las actitudes y comportamientos que los individuos y colectivos humanos mantienen hacia la denominada calidad de vida” (YUS RAMOS, R. 1993: 77).
2) Propiciar el desarrollo de conductas analíticas, críticas y reflexivas:
“(…) No es suficiente con que el alumno conozca. Se requiere que, además, se mueva a la reflexión y a la acción, porque el sujeto humano no es sólo cabeza, sino también  corazón, manos y pies” (RODRÍGUEZ ROJO, M. 1995: 18).

3) Otorgar una ampliación al vocablo “contenido”, que, no sólo habrá de referirse a aspectos cognitivos o intelectuales, sino también valorativos y actitudinales.
Todo ello lo encontramos reflejado en el  Diseño Curricular Base:
“(…) Se entiende por contenido escolar tanto los que habitualmente se han considerado contenidos, los de tipo conceptual, como otros que han estado más ausentes de los planes de estudio y que no por ello son menos importantes: contenidos relativos a procedimientos, y a normas, valores y actitudes. En la escuela los alumnos aprenden de hecho estos tres tipos de contenidos”(DCB, 1989: 41).

4) Impulsar un conocimiento fundamentado en la comprensión, con posibilidad, tanto de aplicarse a situaciones de la vida cotidiana, como de favorecer la asunción de compromisos en la transformación de la realidad.
Desde este punto de vista, el interés reside en dotar al individuo de capacidades mediante  las que modificar situaciones de conflicto detectadas en el seno de la sociedad.
5) Ofrecer al alumno la posibilidad de transformar en conocimiento aquello que le es difundido en el contexto escolar, para llegar a participar de forma activa y crítica en el proceso de reelaboración cultural.
La educación, planteadas así las cosas, deja de referirse exclusivamente a una actividad netamente instrumental, para conceder atención prioritaria a los valores y actitudes: necesarios en una sociedad que, como la nuestra, está estructurada en principios de convivencia democrática.
6) Fomentar la creatividad e inquietudes y  deseos de conocer y aprender, además de incitar a la participación social:
“(…) Una escuela destinada a formar ciudadanas/os democráticos, debe _entre otras cosas_ trabajar con un conocimiento que constituya una representación equilibrada de la cultura, que se seleccione de acuerdo a criterios epistemológicos, políticos y morales acordes con los valores que quieren defenderse, y capaces de constituir una herramienta poderosa de comprensión y transformación de la realidad y la cultura en la que los estudiantes están inmersos (BLANCO, N. 1996: 12). 

7) Favorecer el desarrollo de una autonomía moral en los educandos, considerados agentes activos en la configuración y transformación social, con posibilidad de analizar acontecimientos, desarrollar juicios y construir sus propios razonamientos y decisiones.
El discente, así pues, deja de ser considerado un receptor pasivo del orden social establecido, superándose la “(…) sumisión al conformismo social”(BOLÍVAR, A. 1993: 22). 
8) Originar en los estudiantes sentimientos de curiosidad y conciencia ante formas de vida, lenguas y valores imperantes en grupos sociales diferentes al propio, para adoptar, finalmente, actitudes sensibles y solidarias hacia situaciones conflictivas desencadenadas en lugares lejanos del mundo.
En síntesis, los temas transversales, como novedosas propuestas educativas, pretenden traspasar la frontera de lo meramente cognitivo e intelectual, para identificar, en los contenidos actitudinales, ejes centrales de planteamientos emprendidos en materia de enseñanza.
Ahora bien, aún a pesar de reconocer la importancia de estos últimos, en ningún caso pretenden eliminarse los conceptos, hechos y procedimientos, puesto que, en realidad, constituyen la “base informativa” o “herramienta intelectual” que todo ser humano ha de poseer.
En cualquier caso, somos conscientes de la importante modificación generada en los contextos escolares, que, además de pasar a ser verdaderos ámbitos de promoción de actitudes y valores, asumen el cometido de propiciar un desarrollo ético y moral en el alumnado.
5. EDUCACIÓN GLOBAL E INTERDISCIPLINARIEDAD.
Tal y como hemos manifestado en páginas precedentes, una de las principales características que nos ayudan a identificar la Transversalidad es el impulso concedido a la apertura del escenario escolar a la vida. 
Mediante dicha apertura, los fines se dirigen, fundamentalmente, a favorecer en los educandos la asunción de verdaderos compromisos en la resolución de conflictos detectados en el seno de la sociedad. 
Ahora bien, para lograr lo anterior, los ejes transversales sugieren un nuevo modo de organización de los contenidos.
Una estrategia organizativa novedosa orientada a facilitar el acceso y comprensión de la realidad entendida en sentido amplio, en la que poder apreciar todos sus elementos constituyentes.
Un tratamiento conferido a los contenidos que trate de “facilitar la comprensión de la complejidad de fenómenos que caracterizan nuestro mundo, como son la globalidad y la interdependencia”(LUQUE LOZANO, A. 1999: 34).
En oposición a enfoques educativos tradicionales, la Transversalidad plantea la configuración de una estructura curricular integrada.
Una estructura que, fundamentada en la noción de interdisciplinariedad, consiga reorganizar los contenidos de forma interrelacionada, en un afán de evitar la difusión de una imagen fragmentaria de la realidad, para, en su lugar, ayudar al alumno a percibir el entorno de forma integral. 
La importancia de esta nueva alternativa de reorganización de contenidos se justifica, fundamentalmente:
·      En principio, ante la necesidad de presentar en las aulas temáticas hacia las que la sociedad demanda especial atención o interés.
Temáticas a las que no podría otorgarse respuesta en caso de acudir estrictamente a enfoques curriculares fundamentados en disciplinas, referidas a un mundo “donde las dimensiones financieras, culturales, políticas, ambientales, científicas, etc, son interdependientes y donde ninguno de tales aspectos puede ser bien comprendido al margen de los demás” (YUS RAMOS, R. 1997: 134-135).
·      Al mismo tiempo, al contribuir a una reconstrucción crítica y mejora del conocimiento en relación a circunstancias cotidianas, vinculadas al universo de intereses y entorno próximo de los estudiantes.
·      Junto a ello, al otorgar una dimensión amplia y funcional a los aprendizajes escolares, y al permitir abordar  temas que, como los ejes transversales, no se encuentran inmersos en marcos disciplinares con especificidad propia.
Así, hay autores que hacen alusión al término “globalización” para referirse a diferentes dimensiones de la realidad, en la que, al confluir variables conceptuales, procedimentales y actitudinales, queda destacado el carácter relacional del aprendizaje y la naturaleza global de los saberes disciplinares.
Adoptar enfoques globalizadores o interdisciplinares como forma de reorganizar los contenidos, por consiguiente, se orienta a la consecución de diversas pretensiones, de entre las que destacaremos las siguientes:
·         Por una parte, al deseo de estudiar la realidad tal cual es, con todos sus elementos constituyentes, percibiéndose ésta como un todo indisoluble, en la que confluyen variables diferenciadas.
·         Por otro lado, a otorgar mayor poder explicativo a sucesos y conflictos  desencadenados en el marco de la sociedad, superándose el “reduccionismo cultural” en caso de recurrir a enfoques interdisciplinares.
·         Al mismo tiempo, y quizás sea esta la pretensión dominante, a favorecer en el alumnado el  desarrollo de un pensamiento mundialista, caracterizado por la tolerancia y solidaridad con el resto de la humanidad.
Una toma de conciencia y comprensión de que todo aquello cuanto acontece en su entorno inmediato está a su vez determinado por factores y procesos de cambio ocurridos en un sistema mundial: un sistema interactivo en el que los fenómenos se caracterizan por las relaciones de interdependencia generadas entre sí.
·         Junto a ello, a ampliar el universo de conocimientos de los educandos a partir de un aprendizaje para la comprensión, que, además de incrementar la  motivación, favorezca el desarrollo de un pensamiento crítico y una toma de conciencia de la existencia del pluralismo socio-cultural que caracteriza a la realidad.
·         Conjuntamente, a promover una educación integral, en la que, además de  confluir en plano de igualdad las dimensiones cognitivas y emocionales, puedan contemplarse“las múltiples facetas - física, intelectual, estética, emocional y espiritual- de la personalidad humana y tender de ese modo a realizar el sueño eterno de forjar seres humanos perfectamente cabales que vivan en un mundo en el que impere la armonía”(DELORS, J. 1996: 272).
·         Vinculado a lo anterior, a facilitar la interiorización de valores, interpretada como la capacidad de analizar los actos emprendidos y sus consecuencias.
De esta forma, el alumno “se  mira a sí mismo en su mundo interno, reconoce  sus preferencias morales y valorativas” y desarrolla una “preocupación ética mucho más universal”.
·         Por otra parte, la necesidad de abordar problemáticas sociales a partir de enfoques interdisciplinares, obedece a un cierto ideal utópico en el que se apoyan los ejes transversales: alcanzar una verdadera transformación social  mediante la educación:
1.      De un lado, se ofrece al discente la posibilidad de participar activamente en la construcción de su propio aprendizaje, incrementándose la comprensión reflexiva y crítica de todo cuanto acontece a su alrededor.
2.      De otro, el escenario escolar se estructura en fundamentos de participación democrática y comprometida en la mejora del medio externo, tratando de contribuir a que el educando, desde una perspectiva autónoma, crítica, tolerante y solidaria, participe de forma efectiva en la toma de decisiones en torno a la complejidad que caracteriza la problemática socio-natural por la que atraviesa la humanidad.
·         Frente a una cultura escolar escasamente participativa, acrítica e insolidaria, los enfoques interdisciplinares pretenden identificar en los centros educativos  comunidades asentadas en principios éticos y morales.
Comunidades en las que prevalezca una “ética de la solidaridad” (LUQUE LOZANO, A. 1999: 36), destinada a propiciar la asunción de responsabilidades y compromisos con las problemáticas que envuelven el mundo actual.
·         Finalmente, hemos de destacar que, en oposición al predominio del estudio del presente y del pasado en la enseñanza tradicional, los enfoque interdisciplinares abogan por la incorporación de la dimensión futura en las programaciones escolares.
Ello se considera relevante, en la medida en que, no sólo favorece la toma de conciencia y comprensión de conflictos ya producidos, sino de otros que podrían llegar a generarse.
En síntesis, a la vista de todo lo mencionado, podemos reconocer la nueva dimensión otorgada a la educación a partir de los enfoques interdisciplinares en los que se apoyan los ejes transversales:
·      Una educación dinámica, posibilitadora de la participación de los educandos, comprometida en la mejora social y generadora de actitudes solidarias.
·      Una educación global, en la que se deja constancia de las múltiples variables que estructuran los fenómenos, centrada en todas las dimensiones que conforman la personalidad humana, tanto a nivel afectivo como intelectual.
·      Una educación que aspira a favorecer el desarrollo de un verdadero compromiso en la participación de la mejora de la sociedad, junto a una toma de conciencia y comprensión de un mundo que nos rodea de naturaleza interdependiente.
·      Una educación mediante la que se descubren las inclinaciones morales y éticas, para así poder establecer vínculos de unión y apoyo con ámbitos sociales desfavorecidos.
·      Una vía a través de la que responder a necesidades, tanto presentes como  futuras, de un mundo en continuo proceso de cambio.
6.- ESTRATEGIAS METODOLÓGICAS Y EVALUACIÓN EN EJES TRANSVERSALES.
Como enseñanzas estructuradas sobre la base de valores y actitudes, los temas transversales presentan características específicas en cuanto a procedimientos metodológicos y planteamientos de evaluación.
Inicialmente, trataremos de reflejar algunos de los rasgos más sobresalientes de los enfoques evaluativos, para, posteriormente, destacar algunas notas definitorias de las estrategias metodológicas.
A modo de punto de partida, hemos de reconocer la importancia y necesidad de la evaluación en materia de ejes transversales.
Ello en el sentido de que a partir de la misma, como analizaremos con mayor detenimiento a continuación, se ofrece la posibilidad de establecer reajustes y readaptaciones oportunos en procesos de intervención educativa (YUS RAMOS, R. 1998), de igual forma que, ante la información que llegue a obtenerse, se facilita la puesta en práctica de las citadas enseñanzas.
Al ser desarrollados como un proyecto global en todo el currículum escolar, no ha de aplicarse una evaluación específica a los temas transversales.
En general, sus pretensiones irán destinadas a la consecución de finalidades que cualquier enseñanza desearía obtener, tratando de evitar establecer selecciones y clasificaciones en el sujeto evaluado.
Ahora bien, dado su componente actitudinal y valorativo, las dificultades son evidentes, lo que hace preciso recurrir a procedimientos basados en la observación.
Además de favorecer la obtención de información relevante, constituye un importante instrumento de evaluación en el marco de las enseñanzas transversales.
Mediante ésta, resulta más sencillo conocer las actitudes, referidas a  “(…) ámbitos del comportamiento que se escapan a la evaluación dentro de una situación formalizada, pues en la misma el alumno tiende a ofrecer más la imagen que quiere que tengan los demás de él que la que en realidad él tiene o desearía tener. (…) Nadie mejor que el profesor, que convive a diario varias horas con los alumnos, para  practicar este método general de recogida de datos que es la observación” (ROSALES, C. 1988: 45).
Puesto que los valores y actitudes a que hacen referencia los ejes transversales generan aprendizajes difíciles de evaluar recurriendo a pruebas formalizadas, dada la imprecisión de su contenido y manifestación empírica, la observación  representa una vía  a través de la que inferir el ámbito de la afectividad y valores e intereses que orientan el comportamiento y la conducta en una determinada dirección.
Entre algunos de los principales aspectos a destacar en torno a la misma, optamos por hacer alusión a los siguientes:
· En principio, la necesidad de que se ajuste a una serie de pautas o criterios previamente establecidos por el equipo docente, a fin de evitar caer en posicionamientos subjetivos, con objeto de alcanzar una verdadera neutralidad.
· A su vez, el no tratarse de un instrumento empleado por el profesorado de modo pasivo o  sistemático (BOLÍVAR, A. 1995), sino medio mediante el que conocer y evidenciar posibles cambios de actitud en el alumnado, junto a su grado de participación, conductas de respeto y apertura a opiniones y valoraciones de otros, ayuda prestada, y grado de tolerancia y comprensión hacia los demás.
Además de apoyarse en la observación, la evaluación a emplear en el marco de las enseñanzas transversales presenta muy diversas características:
1) Posee un carácter formativo, que, además de generar un incremento en la calidad de la enseñanza, facilita el diseño y orientación  de la práctica docente.
Se trata básicamente de una evaluación que ayuda al profesorado a perfilar sus actuaciones y seleccionar estrategias metodológicas estimadas adecuadas, incidiendo en la consecución de un posible perfeccionamiento profesional:
 “La finalidad principal de este tipo de evaluación estriba en el perfeccionamiento del proceso didáctico en un momento en que todavía puede producirse; (…) constituye asimismo un factor de eficacia y perfeccionamiento profesional.
Mediante ella el profesor conoce, paso a paso, de manera continuada, la evolución de sus alumnos en el aprendizaje.
Está en condiciones de aplicar, cuando puede tener efecto, el tratamiento metodológico más apropiado para cada clase de dificultad y cada ritmo de aprendizaje. Él mismo tendrá oportunidad de perfeccionar en cada momento su actuación o las características de planificación y metodología del proceso instructivo” (ROSALES, C. 1988: 21-22).

2)  Forma parte de un proceso de investigación, convirtiéndose en instrumento de información y apoyo para el sector docente, en tanto que, en función de la evolución y mejora del alumno, diseña sus intervenciones, orienta su práctica e introduce medidas convenientes.
3) Trata de contribuir al desarrollo integral y personal de los estudiantes.
De ese modo, con fines de motivación y desarrollo, pretende informar al alumno acerca de sus progresos o carencias, ofreciéndole alternativas y medios que puedan ayudarle a mejorar y adoptar conductas de superación.
4) Constituye una “guía orientadora”(YUS RAMOS, R. 1998: 129)  de la práctica educativa, no centrada en la consecución de objetivos previamente formulados, sino en el proceso seguido por el alumno al adquirir  conocimientos y aprendizajes, presentando así un carácter procesual.
5) Convierte al profesorado en un “profesional comprensivo”, no interesado en calificar al alumno, sino más bien en conocer la evolución seguida por éste en su  camino de asimilación conceptual.
De esta forma, se trata de una evaluación destinada a la comprensión:
 “(…) Para evaluar hay que comprender. Cabe afirmar que las evaluaciones convencionales del tipo objetivo no van destinadas a comprender el proceso educativo. Lo tratan en términos de éxito y de fracaso… el docente debería ser un crítico y no un simple calificador” (STENHOUSE, L. 1984: 156).

6) Junto al carácter procesual y formativo, ha de destacarse su carácter integral y global.
Carácter integral en el sentido de centrar la atención en todos y cada uno de los  factores intervinientes en el proceso de enseñanza, no sólo relativos al alumno, sino también al docente, estrategias metodológicas adoptadas, clima del aula, relaciones establecidas, etc.
Carácter global como forma de obtener una visión completa de las personas y sus rasgos constituyentes, considerándose de forma holística tanto al alumno como al aprendizaje de todos los contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales.
Todo ello pone de manifiesto la pretensión de evaluar el aprendizaje en su totalidad, en el que  no sólo tenga cabida la dimensión cognitiva, sino también la valorativa y actitudinal.
7) Concede idéntica relevancia  tanto a contenidos conceptuales como referidos a valores, actitudes y procedimientos, vinculándose así a enfoques cualitativos.
Éstos, se consideran requisitos indispensables para recoger información relevante acerca de aspectos significativos desencadenados en el contexto del aula, al generarse en el mismo una amplia gama de situaciones que no pueden traducirse únicamente en variables cuantitativas.
Reflejado lo anterior, hemos de reconocer el significativo valor de la evaluación en el terreno de los ejes transversales.
A todo ello podemos sumar las siguientes argumentaciones:
·      Supone un apoyo para el profesorado, quien, además de comprobar si el proceso de enseñanza ha satisfecho plenamente las intenciones y prioridades educativas, puede planificar futuras intervenciones, adaptándolas a los progresos alcanzados y necesidades detectadas.
·      Se trata de una herramienta que propicia la consecución de un máximo perfeccionamiento profesional, lo que contribuye a que el alumnado se desarrolle satisfactoriamente.
·      Al definirse el aprendizaje en términos de globalidad, queda garantizada una verdadera comprensión de lo acontecido en el aula.
·       Puesto que se apoya en la observación, permite detectar ciertos cambios de actitud en los discentes, y así, valores finalmente asumidos.
Si resulta innegable la importancia de la evaluación en el marco de los ejes transversales, igual sucede con las estrategias metodológicas a emplear en su puesta en práctica.
Desde un punto de vista general, hemos de subrayar la flexibilidad que habrá de caracterizarlas.
Todo ello en el sentido de evitar recurrir de modo invariable a los mismos procedimientos metodológicos, para ajustarlos, tanto a temáticas a abordar, como a aquello paulatinamente generado en el aula.
Enfatizada ya, y como cuestión de partida, tal necesaria “flexibilidad metodológica”, trataremos de reflejar algunas notas definitorias de aquellas estrategias metodológicas a las que recurrir ante una enseñanza con fines de generar modificaciones actitudinales y comportamentales en los educandos.
Tal y como hemos mencionado en páginas precedentes, una de las características fundamentales de la transversalidad es el nuevo perfil, que a partir de ésta, adquiere el profesorado, quien deja de ser un mero difusor conceptual, para promover en sus alumnos diversas actitudes y valores.
Pues bien, en función de tal novedosa posición ahora ocupada por el mismo, calificado como “educador en valores”, los procedimientos metodológicos fundamentados en la transmisión conceptual pierden su tradicional protagonismo.
En su lugar, cobran verdadero sentido los métodos interactivos (PALOS RODRÍGUEZ, J. 1998).
Aunque en realidad no existe una metodología y estrategias específicas con las que trabajar los ejes transversales, se considera decisivo que éstas favorezcan, tanto el establecimiento de cauces de comunicación en el aula, como una  plena y activa participación del alumnado.
Tales procedimientos metodológicos presentan caracteres singulares, vinculados, todos ellos, a los rasgos que identifican las aludidas aportaciones educativas:
1) Al tratarse de contenidos no ubicados en áreas disciplinares concretas, los temas transversales se encuentran inmersos en concepciones interdisciplinares, con el fin de ofrecer una imagen amplia e íntegra de la realidad.
Por tanto, ante la dificultad de “entender lo que se plantea en un tema sin considerar aspectos que, teóricamente, son propios de otro” (OTANO, L. y SIERRA, J. 1994: 23), se hace necesario emplear estrategias metodológicas interdisciplinares, que permitan tratar una temática acudiendo a múltiples variables, procedentes de diversos campos del saber.
2) Puesto que aluden a situaciones problemáticas desencadenadas en el plano de la sociedad, los ejes transversales requieren una metodología que propicie el debate, adopción de posturas personales y motivación e iniciativa para participar en la superación de conflictos acontecidos.
La reflexión, por ende, es una pretensión fundamental a promover mediante los recursos metodológicos, y servirá de importante ayuda al profesorado para conocer el “clima actitudinal” del aula y los niveles de razonamiento.
3) Como enseñanzas orientadas al desarrollo de una moral autónoma en el alumnado, los temas transversales precisan apoyarse en una metodología que respete el sistema y jerarquía de valores adoptada por cada individuo.
4) Las actividades extraescolares, consideradas verdaderos recursos metodológicos a partir de los que conocer situaciones desencadenadas en escenarios externos al puramente académico,  son enfatizadas por las enseñanzas transversales, pretendiéndose, mediante éstas,  identificar aspectos relevantes ocurridos en el exterior.
La escuela, así pues, adquiere una nueva caracterización, en tanto que “(…) necesita, en primer lugar, abrirse de par en par a la vida, dejarse penetrar por ella, empaparse de su realidad y fundamentar toda su acción, referida a todos los ámbitos de la enseñanza y del aprendizaje, en esa realidad cotidiana que es en la que viven y en la que, en gran medida, están aprendiendo a vivir sus alumnos y alumnas” (GONZÁLEZ LUCINI, F. 1994: 23).
5) Al igual que lo acontecido en el ámbito de la evaluación, los temas transversales se apoyan en una metodología mediante la que promover aprendizajes comprensivos, procurándose analizar las diferentes fases transcurridas en el proceso de asimilación conceptual.
Se trata de emplear una metodología que en ningún caso siga una secuencia lineal, sino que vaya adaptándose a los sucesos y procesos atravesados por el sujeto para acceder al conocimiento, lo que nuevamente vuelve a poner de manifiesto la importancia de la flexibilidad.
6) Con el fin de favorecer una positiva integración y adaptación de los alumnos al marco social, el trabajo cooperativo o grupal (MEC, 1992) constituye un principal recurso en el que habrá de apoyarse la metodología a emplear en la puesta en práctica de los ejes transversales. 
Su valor se justifica, no ya tan sólo al favorecer la adquisición de conocimientos académicos, sino ante su capacidad para promover conductas reflexivas, contrastes entre diversos pareceres y actitudes de intercambio y cooperación social.
En síntesis, las estrategias metodológicas empleadas irán destinadas a propiciar la participación del alumnado, la adopción de conductas reflexivas, analíticas, de razonamiento, necesarias para desarrollar un sistema de valores propio y un particular posicionamiento ante el mundo.
Con los recursos metodológicos empleados, el  profesorado tratará de favorecer el desarrollo de diversas oportunidades de aprendizaje, incitando a los discentes a tomar conciencia de sus ideas previas, interrogarse acerca de las mismas y llegar a adoptar nuevos planteamientos.
La metodología, por consiguiente, constituye una decisiva vía a través de la que posibilitar la motivación, investigación y  deseos de aprender y conocer, impulsando, en todo momento, la interacción e intercambios establecidos entre el grupo de iguales.
7.- ALGUNOS APUNTES SOBRE EL PROFESORADO Y LA TRANSVERSALIDAD.
Como principal miembro en el que recaen las expectativas fundamentales de la reforma educativa, el profesorado cumple una predominante función en los procesos de enseñanza, si bien ésta se modifica ampliamente con la entrada, en los espacios escolares, de la transversalidad, y con ella, la importancia de los valores en el desarrollo integral y la configuración de la personalidad de los estudiantes. 
Si reflexionamos en torno a lo que genera la puesta en práctica de los ejes transversales en el sector docente, hemos de destacar varias consideraciones.
En principio, como punto de partida, podemos reconocer el aumento de responsabilidades y exigencias que plantea para el profesorado la introducción, en el quehacer educativo, de una serie de contenidos de importante componente actitudinal, no situados en un lugar paralelo al resto de áreas curriculares.
Aumento de responsabilidades y exigencias en el sentido de que, a partir de dichas enseñanzas, la función del docente deja de circunscribirse únicamente a la transmisión de saberes culturales, para, en su lugar, promover valores y actitudes.
Éstos se consideran decisivos, en la medida en que se definen como instrumentos necesarios para facilitar la construcción de proyectos de vida personales, que, estructurados en dimensiones éticas y morales, asuman compromisos en la superación de conflictos existentes en la sociedad.
Ahora bien, junto a la promoción de valores y actitudes, somos conscientes de las muy diversas implicaciones que generan los ejes transversales en dicho colectivo profesional.
Sin anular la posibilidad de que, junto a las que a continuación figuran, puedan añadirse tantas otras fundamentales, hemos optado por hacer alusión a las siguientes:
1) Además de favorecer la adquisición de aprendizajes vinculados a contenidos disciplinares  (ALCALÁ DEL OLMO FERNÁNDEZ, M.J. 2000), el profesorado ha de asumir el reto de seleccionar temas relevantes.
Su importancia reside en que ayudan al alumno a conocer y comprender su entorno, para ofrecer respuesta a los conflictos que en él tienen lugar.
2)   La actividad docente habrá de tener constancia de las transformaciones   experimentadas por la sociedad.
Una sociedad que, además de identificar en el profesorado la figura de un intelectual comprometido en su mejora, requiere, por  parte de la educación, “formar personas capaces de construir sus diferentes identidades personales y colectivas, y capaces de vivir juntas y de sentir realmente solidaridad y tolerancia activa con otras identidades, a partir de una construcción activa de lo que somos, de lo que sentimos, y de los códigos culturales que envuelven nuestras experiencias y realidades vitales” (MARTÍNEZ MARTÍN, M. 1998: 16). 
3)   Los ejes transversales impregnan la profesión docente de moralidad:
¨    Por una parte, reconocen la necesidad de revisar las preferencias e inclinaciones morales personales, con objeto de que exista una cierta coherencia entre el modo de educar y de vivir.
¨    Por otra, consideran decisivo incorporar, como pieza clave en las intenciones que fundamentan las intervenciones emprendidas, la construcción de un mundo equilibrado.
4)  Frente a la imposición de determinados valores y normas, el profesorado habrá de fomentar en los alumnos conductas de reflexión, creatividad, comprensión y crítica de la realidad y sus conflictos.
De esa forma, es calificado como un “educador en valores”, en cuya pretensión de contribuir al desarrollo integral de la persona, deberá tener en cuenta todas las dimensiones de la personalidad, para así incidir en “la construcción de personas felices que entiendan la dignidad humana, en su sentido más amplio y en su realidad más próxima y cotidiana, como el valor guía o principal que dota de significación a todos los demás” (MARTÍNEZ MARTÍN, M. 1998: 53). 
5) Ante el reto de seleccionar aquel contenido que se adecúe a las principales demandas de la sociedad, el docente precisa una constante reflexión y análisis centrado en la propia práctica  (ALCALÁ DEL OLMO FERNÁNDEZ, M.J. 1999).
Ello implica adoptar una metodología de investigación-acción, con la que redefinir actuaciones e introducir cambios oportunos.
6)  Como profesional vinculado al cambio y transformación social, hemos de reconocer la necesidad de proporcionar, además de una formación inicial rica y amplia, una formación permanente. 
Su principal finalidad se concreta, tanto en favorecer la actualización de planteamientos educativos obsoletos, como el acceso a metodologías nuevas, a través de las que responder a exigencias progresivamente generadas.
Tal formación permanente podrá propiciar, sin duda alguna, el desarrollo de un trabajo creativo, con el que hacer frente a los avatares sucedidos en la esfera social.
7)  En oposición a la adopción de tradicionales posturas individualistas, la puesta en práctica de los ejes transversales demanda el desarrollo de un trabajo cooperativo o colegiado, que favorezca la negociación entre todos los miembros de la Comunidad Educativa.
Sólo de esta forma podrán promoverse valores comunes, asumidos íntegramente por los mismos.
En definitiva, atendiendo a los diversos planteamientos que hemos querido reflejar, podemos reconocer la profunda transformación que, los ejes transversales, generan en la práctica y funciones docentes.
Al profesorado ya no se le pide tan sólo que transmita saberes culturales heredados y pertenecientes a su especialización disciplinar, sino que también se le exige la promoción de actitudes y  valores en sus alumnos.
El docente es ahora integrante de una escuela que deja de ser considerada como “una institución dedicada a la transmisión del conocimiento y al desarrollo exclusivo de los aspectos cognitivos de la personalidad” (PÉREZ GÓMEZ, A.I. 1999: 88-89).
Es, ante todo, un intelectual comprometido en la mejora social, que habrá de ser capaz de fomentar y promover aprendizajes relevantes en las aulas, necesarios en una sociedad como la nuestra, en constante proceso de avance y cambio.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


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DATOS PERSONALES Y BREVE CURRÍCULUM:

María José Alcalá del Olmo Fernández. Doctora en Pedagogía. Universidad de Málaga.
DNI: 25694350- S.

·        Doctora en Pedagogía por la Universidad de Málaga. Facultad de Ciencias de la Educación.  Departamento de Teoría e Historia de la Educación.
     Tesis Doctoral: “Actitudes del profesorado de la provincia de
     Málaga hacia la Educación Ambiental como Tema Transversal”.
    Sobresaliente Cum Laude.  Mayo 2002.
·        Profesora adjunta del Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad Pontificia de Salamanca.









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