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sábado, 6 de julio de 2019


Jacotot o el desafío de una
ESCUELA DE IGUALES
Inés Dussel

RESUMEN: 
El libro de Rancière es un texto provocador para los pedagogos. A través de la historia del maestro Jacotot, que dice que puede enseñarse sin saber, se despliega un tratado sobre la igualdad, tejido a través de la crítica a las relaciones pedagógicas que construyó la modernidad. La critica tiene dos líneas: por un lado, la educación escolar y profesoral es vista como embrutecimiento, en contra del mito pedagógico que siempre se creyó igualitario y emancipador; y por otro, se cuestiona la figura del intelectual crítico como reproductor de la misma desigualdad que critica. La intervención de Rancière es bienvenida en un debate educativo crecientemente despolitizado, virado a las didácticas tecnocráticas, y donde las urgencias del hambre y la violencia dificultan pensar en otras proyecciones politico-educativas. 
Palabras clave: Rancière. Pedagogía. Igualdad. Intelectual crítico. 

ABSTRACT: 
The ignorant schoolmaster, by Rancière, is a provocation to any educator. Through the story of Jacotot, a schoolmaster who claimed that no knowledge is needed to teach, Rancière wrote a treatise on equality based on a critique of the pedagogical relationships produced by modernity. His critique is twofold: on the one hand, in contrast with the pedagogical myth that always thought of itself as emancipating and egalitarian, he describes the teacher and professor education as stultifying. On the other, he sees the critical intellectuals as reproducers of the very inequality they criticize. This intervention of Rancière is welcome in an educational debate less and less politicized, dominated by technocratic pedagogies, and where the urgency of hunger and violence makes it difficult to think about renewing the educational policies. Key words: Rancière. Pedagogy. Equality. Critical intellectual. Jacotot.

Comentar el texto de Ranciére es una tarea ardua para una educadora que está contenta de serlo. Ya desde sus primeras páginas, El maestro ignorante (2003) provoca incomodidad a cualquiera formado en la tradición pedagógica y comprometido con alguna forma de transmisión de saberes, más o menos escolar o académica.

El ensayo (o más bien fábula, como la llama su traductora al inglés, Kristin Ross) que el filósofo Jacques Ranciére escribió sobre la aventura educativa de Joseph Jacotot a principios del siglo XIX, cuestiona todos los presupuestos sobre los que se basa la razón pedagógica moderna. Jacotot dice, para horror de los pedagogos, que no hace falta saber para enseñar.
Una se pregunta qué anduvo diciendo y escribiendo todos estos años. Imagina también la cara de espanto de quienes lean el libro en las facultades de educación. Pero hay más, porque la herejía de Jacotot sigue. No quiere educar a sus alumnos para que sean académicos que buscan la verdad; lo que vale es que sean sujetos libres, con una inteligencia emancipada, que no se sienta inferior a ninguna.

No hay un saber mejor que otro: no importa que el maestro no sepa matemática o pintura; sólo es necesaria la voluntad de emancipar a los sujetos para enseñarles a ser libres, que  Directora del Área puede aprenderse por la matemática, la pintura o la literatura, o cualquier otro saber. Jacotot denuncia: el profesor, defensor del orden de saberes y poderes actual, es un atontador de inteligencias, porque sólo busca garantizar su superioridad subordinando la inteligencia y capacidades de los otros. El maestro ignorante, al contrario, al no tener el “saber sabio” del profesor, al suponer a sus alumnos como iguales, puede enseñarle a los otros a usar sus propios saberes, esto es, a desarrollar sus capacidades de comparación, de contrastación, de argumentación. Puede enseñarle al alumno, niño o adulto, rico o pobre, hombre o mujer, que él o ella puede aprender si trabaja y se dedica, si pone su voluntad en juego. Porque, para Jacotot, todos tenemos la misma capacidad de inteligencia; es la voluntad la que la subordina, la que la distrae, la que la sujeta.

Pero, ¿quién es este Jacotot que Ranciére redescubre ahora?

Como tantas otras biografías de la época, su historia lo lleva a donde va la Revolución. Profesor de retórica en 1789, Jacotot se suma a la rebelión y se convierte en artillero, militar, secretario del ministro de guerra, profesor de matemática, ideología, lenguas muertas y derecho, director de la Escuela Politécnica.

 Hacia el final de la era napoleónica, es elegido diputado de la convención, y debe exiliarse con la restauración borbónica de 1815. Y es en su estancia en los Países Bajos que Jacotot “descubre”, por accidente, un método de enseñanza que permite, dice él, la emancipación intelectual, cuando empieza a enseñar francés sin saber nada de cómo enseñarlo y, peor aún, sin saber una palabra de flamenco para hablar con sus estudiantes.
Usa al Telémaco de Fénelon, porque consigue una edición bilingüe que permite comparar palabra por palabra ambos idiomas; y les dice a sus alumnos que lo estudien, que comparen, que verifiquen, que compongan lo que entienden. Sus alumnos lo sorprenden escribiendo en francés. Jacotot dice: podría haber sido cualquier texto. Podría haber sido cualquier enseñanza.

 Lo que importó fue mi voluntad de enseñarles, de que podían aprender. Los consideré como iguales, y aprendieron.

Jacotot llama a su método la enseñanza universal, edita libros sobre la enseñanza de la lengua materna, la lengua extranjera, la música y la matemática,1 entre otros, y funda una revista, el Journal de l’émancipation intellectuelle.
Tiene discípulos, escribe libros, y hasta dirige una escuela militar. Pero sabe que la emancipación es tarea de un hombre con otro hombre (así, en masculino), y que las instituciones sociales no toleran bien a los hombres libres. 
Jacotot es interesante porque fue testigo de cómo se gestaron y cómo sucumbieron los ideales igualitarios de 1789, y a pesar de eso siguió sosteniéndolos. Dice Ranciére sobre Jacotot: su locura fue haber percibido [...] [que el suyo] era el momento en que lajoven causa déla emancipación, la de la igualdad de los hombres, era transformada en la causa delprogreso social. [...] Jacotot fue el único igualitario que percibió la representación e institucionalización del progreso como un renunciamiento de la aventura moral e intelectual de la igualdad, y a la instrucción pública como lo que quedó del duelo de la emancipación (2003, 172).
Jacotot asiste a esta nueva configuración de los saberes y los poderes que desembocarán en la escuela pública obligatoria, en la universidad estatal, en la pedagogía ilustrada. Y tiene bien en claro las jerarquías que instauran, las exclusiones que las fundan, las injusticias que causan.
Vale la pena dejarse inquietar por este texto provocador. La fábula de Jacotot, contada por Ranciére, es un impresionante tratado sobre la igualdad, tejido a través de la crítica a las relaciones pedagógicas que construyó la modernidad.
Ese primer anudamiento entre educación y desigualdad pega duro al corazón del mito pedagógico, que siempre se creyó igualitario. Plantear que la educación ha servido para embrutecer y eternizar las desigualdades es ir contra dos siglos y medio, al menos, de políticas y reflexiones pedagógicas que sostuvieron estar haciendo lo contrario. Pero es precisamente la radicalidad de su crítica lo que permite al texto de Ranciére volver a colocar en el centro de las preocupaciones la cuestión de la igualdad. Una igualdad que, en el debate educativo latinoamericano, está acorralada por hambres urgentes que dicen que sólo hay que ocuparse de dar de comer, y por la amenaza de muertes prematuras, siempre violentas, que sobrevuela las escuelas, cuyo dramatismo dificulta pensar en otros plazos, otras construcciones, otras políticas. Una igualdad que también está borroneada por las retóricas de la equidad y la educabilidad que pululan en los discursos educativos, que sacaron hace rato de sus presupuestos la posi-

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Directora del Área Educación de FLACSO/Argentina.
Dirección electrónica: idussel@flacso.org.ar

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