HUMANISMO. FILOSOFIA.
1. Concepto y consideración general. 2. Humanistas.
1. CONCEPTO Y CONSIDERACIÓN GENERAL. El término humanismo (h.) aparece por primera vez en 1808 en un libro del alemán F. J. Niethammer, refiriéndose a los movimientos culturales que dieron origen al Renacimiento (v.). Sin embargo, ya en el s. xvi se usaba el término «humanista» para aludir al que se dedicaba al estudio de las humanidades (studia humanitatis) según la expresión y la concepción de la cultura de Cicerón (v.) y otros clásicos romanos y griegos; este término reaparece en la segunda mitad del s. xv y se emplea con profusión en el xvi (v. 1, 2). Durante el s. xix y el xx, en cambio, el término h. se emplea con .frecuencia para significar muy dispares aspectos y concepciones de la cultura o del hombre (v. iv).
a) Las dos acepciones fundamentales. Por una parte se entiende, pues, por h. una categoría historiográfica que designa las corrientes culturales, sobre todo literarias, que durante los s. xv y xvi dieron origen al Renacimiento en los distintos países europeos; en este sentido algunos identifican h. y Renacimiento. Sin embargo el h. se caracteriza más propiamente por el intento de restaurar la cultura grecorromana enlazando -aunque los mismos humanistas no tuvieran a veces conciencia clara de ellocon las corrientes medievales que conservaron el legado de Grecia y Roma. En este mismo sentido, histórico literario, el término h. es usado también, con independencia de la vinculación cronológica a los s. xv-xvi, para designar a todo movimiento cultural interesado o dedicado al estudio, la investigación o actualización de la cultura antigua (v. I, 2 y ii).
Por otra lado se hace uso del término h., con un sentido distinto, para indicar cualquier teoría o doctrina de intención filosófica que intente aclarar la significación del hombre dentro del mundo, sus valores y formular un ideal en función de estos valores y de esa significación. El h., en este sentido, «tiende esencialmente a hacer al hombre más verdaderamente humano y a manifestar su grandeza original haciéndole participar en todo cuanto puede enriquecerle en la naturaleza y en la historia...; requiere. a un tiempo que el hombre desarrolle las virtualidades en él contenidas, sus fuerzas creadoras y la vida de la razón, y trabaje para convertir las fuerzas del mundo físico en instrumentos de su libertad» (1. Maritain, o. c. en bibl. 14). En este segundo sentido, del que hablaremos aquí, se pueden considerar diversas concepciones de h., aunque algunas de ellas resultan más bien inhumanas o antihumanas que verdaderos humanismos.
b) Los humanismos como filosofías sobre el hombre. La concepción grecorromana del hombre cristaliza en el concepto de humanitas, que recoge el ideal helénico de la paideia (educación) y cuyo paso al mundo medieval se realiza a través de la Patrística (v.) cristiana; en ella la humanitas como ideal de la cultura humana complementa a la Teología (v.). En el s. xii las corrientes humanistas tienen un primer renacimiento; la teoría de la razón (v.) y de la fe (v.), la Filosofía y la Teología, que llegan a una alta cima con S. Tomás de Aquino (v.) y su valoración del pensamiento antiguo, establecen las bases de una brillante y certera concepción humanística del mundo.
El h. renacentista forja las bases del hombre moderno y de una falaz separación del mundo de la experiencia y de lo suprasensible, sobre cuyo supuesto se va a montar una imagen unilateral del hombre. El h. renacentista insiste en la dignidad y en los valores del hombre educado liberalmente, por eso lega una concepción educativa de notable influencia, las «humanidades». De este h. clásico se van a derivar múltiples concepciones del humanismo.
El h. liberalista hunde sus raíces en el nominalismo (v.) medieval, se despliega en doble vertiente con el racionalismo (v.) y el empirismo (v.) (s. xvii y xviii) y culmina con los movimientos de la Ilustración (v.) del s. xviii y con las corrientes ideológicas del xix; así el nuevo liberalismo contemporáneo supone una revisión de algunas tesis del viejo liberalismo (la concepción científica del mundo y la neutralidad filosófica y religiosa). La interpretación individualista de la naturaleza humana es el principio básico de este h., y este individualismo (v.) se define esencialmente por otorgar al hombre un derecho primario a una libertad ilimitada (v. LIBERALISMO). Esta reclamación de una mayor libertad parte desde el Renacimiento y se va ampliando durante toda la Edad moderna. Desde Descartes (v.) -para quien todo conocimiento brota desde la razón- hasta Hume (v.) -que rompe con toda autoridad sobrehumana en el orden moral- y más allá, hasta Hegel (v.), hay un largo proceso en que el hombre va otorgándose a sí mismo las funciones de la trascendencia (v.); la razón humana «explica todo» y la voluntad humana establece los principios del orden moral individual y social (v. INMANENCIA). Hay una creencia algo ingenua en la bondad y pureza absoluta del hombre (v. NATURALIsmo), en el progreso (v.) ilimitado (v. PROGRESISMO) y en la autonomía (v.) del hombre y de su acción (antropologismo).
El h. socialista (v. SOCIALISMO), que comparte con el liberalista la creencia en el hombre natural y en el poder de la razón, piensa que la naturaleza humana así concebida tiene sentido exclusivamente dentro y por el orden social. Este h. hunde sus raíces en el idealismo (v.) alemán y tiene sus momentos más significativos en el pensamiento de Marx. La idea de igualdad absoluta, progreso dialéctico y los presupuestos materialistas originan un h. terrenal y antropocéntrico que tiene puesta la esperanza en el desarrollo de las fuerzas terrenales y en el establecimiento de un estado perfecto en la tierra; h. degenerado en un colectivismo negador de la libertad y dignidad de la persona humana, de su responsabilidad (v.) e inmortalidad (v.), que resulta inhumano (v. COMUNISMO; MARX Y MARXISMO).
En el pensamiento filosófico del s. xx el tema del h. cobra una significación especial. La filosofía existencial y existencialista (v. EXISTENCIALIsmo), que parte de un análisis de la existencia humana, ha teorizado la cuestión del h. Para Sartre (v.) el hombre se proyecta, se pierde fuera de sí, pero rebasándose se autocrea; a la unión de este rebasamiento y de la presencia del hombre en el universo le llama Sartre h. existencialista: «humanismo porque recordamos al hombre que no hay otro legislador que él mismo, y que es en el desamparo donde decidirá de sí mismo; y porque mostramos que no es volviendo hacia sí mismo, sino siempre buscando fuera de sí un fin que es tal o cual liberación, tal o cual realización particular, como el hombre se realizará precisamente en cuanto humano» (1. P. Sartre, El existencialismo es un humanismo, Barcelona 1957). Su materialismo y ateísmo hacen del h. de Sartre algo muy truncado y parcial.
Heidegger (v.) relaciona el problema del h. con el problema de la Antropología (v.) y de la Metafísica (v.). «Esto es humanismo: meditar y preocuparse --curarsede que el hombre sea humano, y no inhumano, esto es, extraño a su esencia. ¿Pero en qué consiste la humanidad del hombre? Ella estriba en su esencia» (M. Heidegger, Carta sobre el humanismo, Madrid 1959). El hombre es el guardián del ser, está en la proximidad del ser: esto dignifica al hombre y constituye el más alto h. La novedad del planteamiento metafísico de Heidegger es que establece una nueva Antropología y da un nuevo sentido al humanismo, aunque no completo.
Jaspers (v.) entiende el h. como integral, incluyendo: la cultura, que implica la asimilación de la tradición clásica, la civilización, que recrea la cultura y la proyecta al futuro, y la humanización que establece una jerarquía viviente y reconoce la dignidad humana en cada hombre.
c) Búsqueda de un nuevo humanismo. La situación del mundo actual -ideológica, política, intelectual, espiritual, técnica- ha conmovido las bases sobre las que se asentaban los distintos h. modernos; y surge por doquier la inquietud por encontrar una nueva forma de humanismo.
La expresión «humanismo cristiano» ha sido acuñada en época reciente, aunque sus elementos constitutivos están en el Nuevo Testamento, y se refiere a una idea del hombre y de su destino según la razón (v.) y la Revelación (v.): el hombre como imagen de Dios y ordenado a Dios (v. iv, 4). Esta idea supone que es un ser personal y un ser colectivo, y por ello es superadora de cualquier concepción individualista o colectivista (v. PERSONA). A la vez lleva consigo la exigencia de perfección (v.) en el hombre; esto hace que la idea cristiana del hombre se monte sobre la doctrina de las virtudes (v.) teologales y cardinales, y la necesidad de la gracia (v.) sobrenatural para superar la imperfección (v.) y el pecado (v.). El h. cristiano es posible por cuanto lo sobrenatural (v.) no anula lo natural, sino justamente lo sitúa en su auténtico ser. Cualquier otro h. destruye el ser del hombre al comprenderlo parcialmente; el h. cristiano asume los valores de la materia y del espíritu: «El auténtico sentido cristiano -que profesa la resurrección de toda carnese enfrentó siempre, como es lógico, con la desencarnación, sin temor a ser juzgado de materialismo. Es lícito, por tanto, hablar de un materialismo cristiano, que se opone audazmente a los materialismos cerrados al espíritu» (Escrivá de Balaguer, Homilía Amar al mundo apasionadamente).
Maritain (v.) ha propuesto el ideal del h. integral o de la discutible Nueva Cristiandad: «Este nuevo humanismo, sin común medida con el humanismo burgués y tanto más humano cuanto no adora al hombre, sino que respeta, real y efectivamente, la dignidad humana y reconoce derecho a las exigencias integrales de la persona, lo concebimos orientado hacia una realización socio-temporal de aquella atención evangélica a lo humano que debe no sólo existir en el orden espiritual, sino encarnarse, tendiendo al ideal de una comunidad fraterna» (o. c. en bibl.). El personalismo de E. Mounier (v.) ha intentado un «h. nuevo» para defender al hombre de los totalitarismos (v.), socialistas o de otro género, y del individualismo (v.); se trata de recomponer al hombre de hoy que está escindido, y volver a reunir el espíritu y el cuerpo, el pensamiento y la acción. Para Jaspers (v.), los factores positivos que gobiernan hoy día la condición humana son la técnica, la política, la decadencia de un espíritu occidental común; en esta situación, los dos caminos que pueden llevar al h. son la asimilación del h. occidental y la lucha por la independencia del hombre.
El tema del h., para que no degenere en antropocentrismo destructor, para ser comprendido en su sentido más filosófico con toda profundidad, ha de ser completado desde un punto de vista metafísico y teológico (v. iv).
V. t.: HOMBRE; RENACIMIENTO; EUROPA IX; INMANENCIA; ATEÍSMO 11.
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JOSÉ MARfA PRIETO.
2. HUMANISTAS. a) Introducción. La crítica histórica moderna coincide en separar Renacimiento y h. como dos fenómenos distintos aunque contemporáneos. Entre los escritores romanos, la palabra «humanista» se encuentra ya en Aulo Gelio y Cicerón (v.), y su empleo se hace habitual en los escritores italianos del s. xv. Entendido el Renacimiento (v.) como un conjunto de transformaciones culturales, sociales, políticas e incluso ideológicas, el movimiento humanista se considera más bien un episodio dentro -y en cierta manera precursor- del primero, de carácter fundamentalmente literario y filológico. A pesar de que el h. como filosofía no es algo exclusivo del Renacimiento (se habla del h. clásico, h. medieval, h. de la Ilustración, h. existencialista, etc.; v. I, 1), se suele reservar el término humanista para designar los restauradores de los studia humanitatis de los romanos.
Estos humanistas protagonizaron un movimiento de retorno a la cultura antigua y a la literatura greco-latina, con la salvedad de que las «humanidades» no abarcaron el estudio de todas las artes liberales romanas, sino solamente de la Gramática y la Retórica que, junto con la Dialéctica, formaban parte del trivium medieval en la formación de los jóvenes. Precursores del Renacimiento y de la concepción del mundo del racionalismo (v.) en muchos casos, poseen una confianza optimista en la naturaleza y en el hombre, y hay en ellos, como en Descartes (v.) y en Bacon (v.), una actitud activa ante el mundo que más tarde se acentuará con los descubrimientos científicos y geográficos. Sus temas principales son el problema de la felicidad (v.) y dignidad humanas, la educación (v.) y el hombre como centro del mundo, estudiados bajo una perspectiva que concede preponderancia a la vida activa sobre la contemplativa. Rasgo común a todos ellos suele ser la oposición a la Escolástica (v.) y a Aristóteles (v.), que fundamentalmente conocen a través del estéril nominalismo (v.) que les precede inmediatamente, así como su interés por Platón (v.), pero sin que produjeran ninguna obra importante filosóficamente ni llegaran a tratar ninguno de los temas de la tradición metafísica medieval. Humanistas eran quienes conocían el latín clásico y el griego y podían leerlos; su actividad se centró en la recuperación, traducción y edición de textos antiguos, de los autores clásicos y de la Biblia (V. BIBLIA VI, 8-9 y vii); sus inquietudes fueron más de orden estético y literario que filosófico. No es exacto que los humanistas descubrieran la herencia cultural de la Antigüedad, puesto que toda la Edad Media, desde Boecio (v.) hasta el s. xii, es una serie continuada de búsqueda y recopilación de esos textos, sino que la ampliaron -sobre todo en el caso del griego-, y la divulgaron, al tiempo que reaccionaban contra la degeneración de la lengua latina en la baja escolástica y en el nominalismo.
b) Precursores y traductores. Petrarca (v.), Boccaccio (v.) que encontró las Historias de Tácito (v.) en Monte Cassino, y Brunetto Latini (m. 1294) maestro de retórica en Florencia, donde Dante (v.) fue su discípulo, y traductor al italiano de la Summa Alexandrinorum (compendio de la Ética a Nicómaco), son considerados como los precedentes de los humanistas del s. xv. A finales del xiv, Alberto Enoch Ascoli encontró el De viris illustribus de Suetonio (v.) y la Germanía de Tácito (v.), y en 1389 se hallaron las Epístolas familiares de Cicerón. P. Bracciolini, uno de los más afortunados buscadores de textos, descubre las Instituciones oratoriae de Quintiliano (v.), la Astronomía de Manilio, el Léxico de Marcellus, la Arquitectura de Vitrubio (v.), ocho discursos de Cicerón y fragmentos de Petronio (v.).
Sin embargo, en la recuperación de la literatura griega fue donde los humanistas representaron verdaderamente un gran avance sobre la Edad Media, en la que, salvo escasas excepciones (Escoto Eriúgena, v.; R. Grosseteste; Guillermo de Moerbeke; Roger Bacon, v.), nadie era capaz de leer los textos griegos en su lengua original.
El intercambio cultural con Bizancio (v.) comenzó hacia 1400. Manuel Chrysoloras, llamado a Florencia por Coluccio. Salutati (m. 1406), fue el iniciador del movimiento de traductores y el forjador de la primera generación de helenistas. A partir de esas fechas, los humanistas italianos trajeron de Constantinopla un gran número de manuscritos: F. Filelfo, la Ética a Nicómaco (1427), Nicolás de Cusa (v.), las obras de Juan Damasceno (1437; v.) y A. Traversari las obras completas de Platón, que posibilitaron el resurgir del platonismo en el Renacimiento. La Edad Media había conocido sólo indirecta y -fragmentariamente el neoplatonismo, a través de San Agustín (v.) y el Pseudo Dionisio (v. NEOPLATÓNIcos). Con el intercambio de eruditos italianos y bizantinos se emprendió la tarea de traducir no sólo a Platón y Aristóteles, sino otras muchas obras. Guarino Guarini di Verona (m. 1460) lo hizo con Plutarco (v.) y Estrabón (v.). L. B. Aretino tradujo en Florencia, entre 1398 y 1404, a Polibio (v.), Demóstenes (v.), Esquines (v.), Jenofonte (v.) y San Basilio, además de la Apología, Fedón, Fedro, Gorgias, Critón y Las cartas de Platón, la Ética a Nicómaco (1418), los Políticos y los Económicos (1435) de Aristóteles. Filelfo, versiones de Hipócrates (v.), Jenofonte, la Retórica de Aristóteles y los Apopthegmas de Plutarco. Gianozzo Manetti, las Éticas a Nicómaco y Eudemo. Traversari, las Vidas de los filósofos de Diógenes Laercio, el Pseudo Dionisio, San Basilio y San Juan Crisóstomo. Los bizantinos, afincados en las ciudades italianas a partir de 1438-53, tradujeron también numerosas obras griegas al latín: J. Besarión (m. 1472), la Metafísica de Aristóteles y fragmentos de la Metafísica de Teofrasto; Argyropoulos, los Perihermeneias, el Organon, los libros Físicos, De caelo, De Anima, la Metafísica y la Ética; Teodoro Gaza (m. 1475), De Historia animalium, De partibus animalium y De generatione de Aristóteles, De plantis de Teofrasto y los Problemas de Alejandro de Afrodisia; Giorgio di Trebizonda (m. 1484), las Leyes de Platón.
Los traductores españoles, ya en el s. xvi, continuaron la labor de los humanistas italianos: Ginés de Sepúlveda (m. 1573) hizo versiones del De Mundo, De Republica, Parvi Naturales, Meteorum, de Aristóteles; J. B. Monllor (m. 1569) hizo lo mismo con los Primeros Analíticos en 1569, Pedro Simón Abril (m. 1589), el Cratilo y el Gorgias de Platón, y Juan de Vergara, por encargo del card. Cisneros (v.), los Físicos, De Anima y la Metafísica. Toda esta labor, realizada en medio siglo y de la que sólo hemos señalado lo más significativo para la Historia de la Filosofía, acompañada por las ediciones de los Padres de la Iglesia y revisiones del Antiguo y Nuevo Testamento, se consolidó con la formación de nuevas bibliotecas (Vaticana, de Florencia, Pavía, del Louvre en París) y con el descubrimiento de la imprenta en 1455, que hizo posible la difusión de los hallazgos y las traducciones (v. INCUNABLES).
c) Centros humanistas. Italia. Bajo el gobierno de los Medici (v.), Florencia se convirtió en el primer centro del h. y el Renacimiento. El Studio, fundado en 1349 y trasladado a Pisa por Lorenzo el Magnífico en 1471, favoreció el movimiento iniciado por Petrarca y continuado por los gramáticos G. Malpaghini (1346-1417), L. Marsigli (1346-94), N. de Niccoli (1363-1437) y A. Traversari (m. 1439). Enseñaron en él griego los bizantinos M. Chrysoloras (m. 1415), f. Argyropoulos (m. 1487), A. Callisto (m. 1478) y f. Pannonius, entre otros. Algunos cancilleres florentinos, humanistas al mismo tiempo, contribuyeron al renacimiento literario y artístico: Leonardo Bruni Aretino (1374-1444), mencionado ya como traductor, autor del Isagogicum moralis disciplinas y del Libellus de disputationum exercitationisque studiorum usu, contra la escolástica; Angelo Ambrogini Poliziano (1454-94; v.), maestro de latín y griego en el Studio, donde enseñó también la Ética y el Organon aristotélicos; comentarista de las Pandectas y autor del Panepistemon, enciclopedia de las ciencias; Francesco Filelfo (1398-1481), Giovanni Francesco Poggio Bracciolini (1380-1459) y León Bautista Alberti (1404-72), fueron algunos de ellos. G. G. Plethon (m. 1452), uno de los platónicos de esa misma ciudad, sugirió a Cosme de Médicis la idea de fundar una academia, pero este proyecto no se llevó a cabo hasta 1458. La Academia florentina, centro de difusión del platonismo bajo la dirección de Marsilio Ficino (1433-99), no era una institución docente sino una asociación libre de aficionados a las letras y las artes. Formaron parte de ella Alberti, G. Cavalcanti, Ficino, G. Pico della Mirandola (v.), etc.
El papel director del movimiento humanista pasa a Roma tras la caída de los Médicis. En 1431, Eugenio IV (v.) restauró la Univ. de la Sapientia, fundada hacía más de un siglo. Algunos humanistas como Giovanni di Aurispa (m. 1459) y Flavio Andrónico Biondo (m. 1463), ocuparon en Roma la secretaría apostólica de los Papas; otros pertenecieron al Colegio de Abreviadores de los Pontífices o desempeñaron el papel de bibliotecarios del Vaticano: Giovanni Tortelli (m. 1466), Andrea dei Bussi, Mafeo Veggio (m. 1458), Paulo Giovio (m. 1552) y Paulo Cortese. Los dos representantes más importantes del h. romano son, sin embargo, Gianozzo Manetti (1316-1459), traductor de Aristóteles y autor del De dignitate hominis, en respuesta al De comptentu mundi de Inocencio III (v.), y Lorenzo Valla (1407-57; v.).
Mientras que Plethon lanzaba contra Aristóteles un teísmo universal inspirado en Platón, Lorenzo Valla, en sus Dialecticae disputationes contra aristotélicos, le oponía un naturalismo que rechazaba definir la naturaleza a través de la finalidad y divinizaba la realidad, sustituyendo la razón (v.) por los instintos (v.) como regla del hombre, de acuerdo con el principio sequere naturam; «todo lo que la naturaleza creó es bueno, el hombre debe hacerse su discípulo y seguir el evangelio que ella le dicta, que es el evangelio del placer» -escribe en el De voluptate ac de vero bono-. En él se revela claramente el espíritu del antiescolasticismo, escepticismo (v.) y racionalismo religioso que será común en el s. xvi. Sus Adnotationes in Novum Testamentum son ejemplo de crítica histórica y literaria, al tiempo que abrieron el camino a la exégesis moderna que después continuaría Erasmo; descubrió la falsedad de los escritos atribuidos a San Dionisio y estableció el estudio del latín sobre bases científicas en Elegantiarum linguae latinae (1444), que se transformó en poco tiempo en el manifiesto del h. filológico. La Academia romana, fundada en 1460 por Giulio Pomponio Leto (1428-97), sucesor de Valla como profesor de literatura en la Sapientia, también desempeñó un papel importante en el desarrollo del h. hasta que fue cerrada por Paulo 11 en 1468 y sus miembros acusados de herejía y ateísmo. La Academia de Nápoles, fundada por Alfonso V el Magnánimo (v.), con Bessarión, E. S. Piccolomini, T. Gaza, G. di Trebizonda, F. Filelfo, J. Sannazzaro (v.), etc.; las Univ. de Bolonia y Padua; la Neacademia de Venecia, y la escuela de Mantua, creada por Victorino de Feltre (1376-1446), el pedagogo más importante del Renacimiento, completan la serie de centros humanistas en la península.
Francia. El h. francés procede, como todos los demás, del italiano. En la segunda mitad del s. xv se establece un intercambio cultural entre Francia e Italia, pero en el desarrollo del h. francés se mezclaron distintas influencias. Pueden distinguirse un h. de tipo petrarquista (Guillaume Fichet, 1433-85), un h. erasmizante (J. Lefévre d'Etaples, m. 1536), un h. influido por el averroísmo paduano (FranCois de Vicomercato, 1500-70), una reacción neoplatonizante influida por la Academia de Florencia (Guillaume Postel, Bouillé), la tendencia llamada de los «libertinos» (Franeois Rabelais, v.; Étienne Dolet, m. 1546; Clement Marot, m. 1544; Bonaventure des Périers, m. 1544) y un h. combinado con el movimiento hugonote (Margarita de Navarra, m. 1549). Un gran impulso para el movimiento humanista francés, y su consagración definitiva, fue la creación del Collége Royal por Francisco I en 1530, a inspiración de Guillaume Budé (1468-1540).
Inglaterra. Los orígenes del h. en Inglaterra pueden señalarse hacia 1485, cuando Pogio viajó hasta allí y Vitelli comenzó a enseñar en Oxford. Humanismo cristiano fundamentalmente, en él apenas se encuentran tendencias paganizantes ni espíritu de ruptura con la tradición medieval, y sus principales centros fueron Oxford y Cambridge. John Colet (1467-1519), ganado al neoplatonisrno por Ficino tras su viaje a Italia, profesor en Oxford, donde fundó la Saint Paul's School, sus preocupaciones fueron ante todo de orden religioso, como en los otros dos grandes representantes del h. inglés, San Juan Fisher (m. 1535; v.) y S. Tomás Moro (1478-1535; v.). Poco favorable al estudio de -los autores paganos, rechazaba asimismo la teología escolástica y Santo Tomás (v.), de quien opinaba que había adulterado el cristianismo con Aristóteles, estimaba a los Padres (v.) de la Iglesia, y su evangelismo platonizante decía basarlo en la S. Escritura. Otros humanistas: G. Tilley de Selling (m. 1495), G. de Waynf lete (m. 1486), Guillermo Crocyn (m. 1519), Thomas Linacre, John Cheke (1514-57) y George Buchanan (1506-82).
Países Bajos. La Univ. de Lovaina (1425) llegó a ser el centro principal de los estudios humanistas en los Países Bajos. Erasmo (v.), Adriano VI, Van den Dorp, Costers, L. Vives (v.), y otros, se asociaron en el Contubernium (1490-1520). Busleijden fundó el Collegium Trilingüe (1515-70); y H. de Groot (1340-84) y F. Radewijns establecieron los Colegios de la Congregación de los Hermanos de la Vida Común, cuyo mejor fruto fue la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis (1380-1492; v.). Los dos humanistas más importantes, independientemente de Erasmo, fueron Rodolfo Agrícola (1441-86) y losse Badius Ascensius (1461-1535). El primero, llamado «padre del humanismo alemán», enseñó en Heidelberg y mantuvo una actitud poco favorable a la Escolástica, aunque en el problema de los universales fue nominalista (v. NOMINALISMO), su intención era poner los autores clásicos al servicio de la fe cristiana.
Alemania. A pesar de que varios humanistas italianos viajaron a Alemania a mediados del s. xv, hasta finales de ese mismo siglo no aparece la fuerte corriente del h. alemán, que posee un carácter más nacional y científico que el italiano. Sus representantes no se limitaron al cultivo de la literatura antigua, sino que extendieron su investigación a la historia, la astronomía y las matemáticas, al mismo tiempo que demostraron una mayor preocupación por las cuestiones religiosas: a la vez que estudiaban la antigüedad clásica, realizaron ediciones y comentarios de las fuentes bíblicas y patrísticas. Pero muy pronto se definió una doble tendencia. Los «viejos humanistas», S. Brandt (1457-1521), J. Wimpfeling (14501528), J. Heylen von Stein (m. 1496), W. Pirckheimer (m. 1530) y otros componentes del centro alsaciano, respetaron en líneas generales la Teología y permanecieron fieles a la Iglesia. Otros, como el grupo de Erfurt: C. Mutianus Rufus (m. 1526), Helius Eobanus Hessus (m. 1540), Hermann von der Bussche (m. 1534), Wrico de Hutten (m. 1523) se unieron primero a Reuchlin y Erasmo y más tarde a Lutero, preparando la reforma protestante (v. PROTESTANTISMO). Johann Reuchlin (1455-1522), el más importante de los humanistas alemanes, adoptó una tendencia platonizante y antiaristotélica, influido por Cusa, Ficino y Pico de la Mirándola. Su polémica, a partir de 1509, con los teólogos de Colonia sobre su negativa a destruir los textos hebreos, inició una serie de luchas entre humanistas y teólogos dominicos que no terminaría hasta la rebelión de Lutero, a pesar de que permaneció adicto a la ortodoxia católica. ,
Sobre los humanistas hispánicos, v. 11, 3 y otras voces de esta Enciclopedia; COMO RENACIMIENTO II y iv. Algunos autores, que también pueden considerarse humanistas, no se han mencionado por tener ya artículo propio; por ej., v.; BRUNO, GIORDANO; CAMPANELLA, TOMMASO; MAQUIAVELO; PARACELSO; etc. Para completar el tema acerca de la labor de estos humanistas y de los significados que se les ha dado, v. Iv.
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