EL DEBATE: Universidades en las nubes
Por Javier Echeverría
Profesor de Investigación Ikerbasque, Departamento de Sociología 2,
Universidad del País Vasco, España.
En un célebre artículo publicado en Wired (2006),
George Gilder afirmó que "el PC de escritorio está muerto; bienvenido a la
nube de Internet, donde un número de instalaciones a lo largo de todo el
planeta almacenarán todos los datos que usted podrá usar alguna vez en su
vida". Gilder fue el autor más citado por el Presidente Reagan en la
década de los 80 y es uno de los ideólogos actuales de lo que denominaré
"la religión informacionista", muy próxima al transhumanismo, tan de
moda en los Estados Unidos.
He sido de los que no aceptó esa invitación a vivir en una nube, sobre
todo porque tiene propietarios y porque las licencias de uso que imponen tienen
condiciones leoninas. Escribo este artículo desde el escritorio de un PC que es
propiedad de la Universidad del País Vasco (www.sinnergiak.org),
no mío. Casi todos los datos y las informaciones que uso en mi vida los sigo
extrayendo de mi propio cerebro, así como de ordenadores, libros, revistas,
papeles, amigos y conocidos. No me considero transhumano, ni aspiro a serlo.
Acepto el darwinismo biológico, a diferencia de Gilder, conspicuo defensor del
diseño inteligente (¡sic!) de todo el universo. Me dedico a las humanidades, y
en particular a las humanidades digitales, pero no a la evangelización ni a la predicación.
En último término: no quiero acabar siendo una mascota de los transhumanos ni
que otros seres humanos lo sean. No me interesa la Nube Prometida.
Ocurre que a los rectores de las universidades públicas les ha llegado
la orden de subirse a la nube y algunos han obedecido al imperativo de los
Señores de las Redes (militares, financieras, tecno-científicas, ahora también
las redes sociales). Hubo universidades que hace 10-12 años compraron islas
en Second Life porque ese mundo virtual estaba de moda; hoy se
suben a la nube de moda. Por suerte, había y hay alternativas. En 2002 la Unión
Europea creó la red telemática EDUROAM, que conecta entre sí a casi todas las
universidades y centros de investigación europeos. Desde 2012, EDUROAM se ha
desplegado en Internet 2 y ha llegado a más de 70 países. Ese mismo año la
Unión Europea ha anunciado su plan de construir una nube europea para 2020.
Veremos qué resulta de ello (aunque ya ha habido críticas a la idea reciente de
un mercado común digital). Todo ello sin declarar obsoletos a los PC, sin
perjuicio de que los nuevos teléfonos celulares, presuntamente “inteligentes”,
también son conectables a EDUROAM, al igual que las tabletas y otros artefactos
TIC.
Menciono EDUROAM para recordar algo evidente: la nube no existe. Dicha
así, en singular, es una entidad de ficción, producida por los expertos en
marketing de Amazon, Google, Apple, Microsoft y algunos otros Señores del Aire,
por llamarlos en mis propios términos. Hay muchas “nubes digitales”, que
prestan diferentes servicios y funcionan conforme a diferentes modelos de
gestión o, si se prefiere, de gobernanza. Tampoco hay que olvidar que existen
algunos nubarrones militares, de los cuales llueven a veces drones.
En la atmósfera digital, en la que nuestra mente funciona con bits, hay muchos
fenómenos meteorológicos, unos beneficiosos para los humanos, y otros ruinosos
a medio y largo plazo. Conviene que las universidades públicas mediten muy bien
qué “nube digital” va a regar con datos y servicios sus campus universitarios,
no vaya a suceder que acaben siendo arrasadas por huracanes digitales y
financieros, como ocurrió en el sector financiero con el derrumbe de Lehman
Brothers.
En mi caso, estoy a favor de la creación de nubes universitarias
públicas, tipo EDUROAM, y ello para cualesquiera universidades, sean públicas,
privadas o mixtas. La razón principal es filosófica: entiendo el conocimiento
científico como un bien cuya producción puede ser pública o privada, pero cuyo
uso y distribución ha de estar regulado por autoridades democráticamente
elegidas, cosa que no ha ocurrido, que yo sepa, con ninguno de los consejeros
delegados de Apple, Google, Microsoft, IBM, Amazon ni Facebook, por mencionar a
los principales Señores del Aire según el orden de su capitalización bursátil.
Prefiero pagar las nubes universitarias con mis impuestos, siempre que éstos
hayan sido fijados por Parlamentos democráticos y no por presuntos filántropos
que promueven charities, pero no igualdad ni justicia social.
Gestionar el capital intelectual de las universidades es muy importante
en esta época, en la que los datos, la información y el conocimiento se
convierten fácilmente en mercancía y en capital. En particular: antes de
subirse a la nube hay que pensar bien si luego vamos a poder bajarnos de ella.
No vaya a ser que las universidades públicas sean fácil presa de las empresas
especializadas en la acumulación, gestión y capitalización de datos,
informaciones y conocimientos, pero no en su producción. Las universidades
corren el riesgo de ser absorbidas, total o parcialmente, por las grandes
empresas tecno-científicas especializadas en economía del conocimiento.
A la hora de promover las nubes universitarias de gestión pública, la
OEI tiene un papel importante a desempeñar, aunque sólo sea como impulsora de
la iniciativa en América Latina; quizás en colaboración con la Unión Europea,
quizá no. ¡Ojalá que asuma sus responsabilidades históricas, al igual que los
gobiernos democráticos que la sostienen!
Publicado el 18 de noviembre de
2015
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