Imagen, educación que queremos y Bachelard
18 de octubre de 2015
Mawency Vergel Ortega, Universidad Francisco de Paula Santander, Cúcuta, Colombia. IBERCIENCIA. Comunidad de Educadores para la cultura científica.
Decir de lo que no es que es, o de lo que es que no es, es falso,
y decir de lo que es que es, o de lo que no es que no es, es verdadero. Aristóteles
Los trabajos de investigación sobre el imaginario han estado marcados por la figura del filósofo Gastón Bachelard (1884-1962) quien, orientándose inicialmente hacia las matemáticas e ingeniería, alrededor de 1935 da inicio a investigaciones sobre el proceso de la imaginación creadora, con el propósito de comprender el desarrollo histórico y psicológico de la “racionalidad objetiva”.
La obra de Bachelard explora la conceptualización y, la ensoñación (o la extroversión y la introversión de la psique), procesos que culminan, en la poesía y en la ciencia, proyección de las metas educativas 2021 al buscar fortalecer la investigación científica.
Bachelard atribuye a la imagen una dignidad ontológica, es decir, una creatividad onírica referida a una poética del mundo. Vivir el mundo es imaginarlo, participar de la imaginación (incluso ancestral) creadora del mundo. El psiquismo humano, desde su perspectiva, se caracteriza por la preexistencia de imágenes que, fuertemente cargadas de afectividad, organizan de entrada la relación del hombre con el mundo exterior. Lejos de ser residuos pasivos o distorsiones de la percepción, las imágenes son representaciones dotadas de poder de significación y energía de transformación de lo real.
Y en este sentido las representaciones de los niños y niñas sobre la escuela se constituyen en un lugar representado como su segundo hogar, sin embargo, se sigue pensando en la educación como una caja de herramientas básicas para niños y “cuajar” talentos (Delors, 1997) y es en ese uso del lenguaje que el imaginario de educación, escuela, se va perdiendo para maestros y para los gobiernos preocupados por tener números y no por transformar la realidad de la niñez de manera que aprender se constituya en un acto que potencie la imaginación, y a partir de allí el niño o niña tenga necesidad de aprender algunos concepciones ya establecidos o descubiertos por otros para usarlos y continuar su proceso transformador.
La imaginación específica, más que cualquier otra potencia, en el psiquismo humano la imaginación, no es un estado, es la propia existencia humana. Bachelard está convencido de que las imágenes forman la instancia inmediata y universal del psiquismo, de que el concepto es secundario con relación a la imagen y de que se construye en oposición a ésta. No hay imágenes sin imaginación; sin un proceso que las engendre, anime y deforme, a fin de crear siempre nuevas imágenes. Efectivamente, más que facultad de formar imágenes, “la imaginación es la facultad de deformar las imágenes suministradas por la percepción”.
Las imágenes se cargan de significaciones nuevas y no subjetivas, dice Bachelard, al contacto con las substancias materiales del cosmos que les sirven de contenido; se enriquecen, abastecen y nutren de la simbólica de los cuatro elementos, la tierra, el agua, el aire y el fuego, que operan como las “hormonas de la imaginación”, a la que fertilizan acorde con los ritmos de su fluir, a su contacto se suscita el tono específico de su alineación. El valor onírico de un objeto se deriva de la materia sustancial que lo habita. Pues “no se sueña profundamente con objetos. Para soñar profundamente es necesario soñar con las materias”. Puesto que “la materia es el inconsciente de la forma”. La imaginación dinámica por su parte, activa la conquista psicológica del espacio que se anima a través de un juego de fuerzas que permite una individuación real, una apropiación del espacio interior del Yo, a través del trabajo con la materia.
En la tierra y los ensueños de la voluntad, Bachelard intenta una fenomenología de los ensueños activos, que invitan a actuar sobre la materia. Pero es necesario no perder de vista que: “… todas las imágenes se desarrollan entre ambos polos (actividad y pasividad)” o que “viven dialécticamente de las seducciones del universo y de las certidumbres de la intimidad”. Todas las imágenes tienen este doble movimiento y, por tanto, son ambivalentes. Bachelard examina las imágenes del trabajo onírico que acompañan a las labores materiales. No se detiene en la belleza de las formas sino que se adentra en la belleza íntima de las materias, en “su masa de atractivos ocultos”, en “el espacio afectivo concentrado en el interior de las cosas”, medio terapéutico a través del cual el Hombre puede sanar sus neurosis, sino que posee un coeficiente de equilibrio y liberación que lo ayuda a determinar su evolución psíquica. Sólo la imaginación posee la fuerza para compensar la faz sombría de la existencia y acercarnos al sueño feliz; estructura la voluntad de vivir si se simpatiza a través de su esquema dinámico con los fenómenos aéreos, si se sigue a las fuerzas dinámicas sugeridas por las imágenes de la verticalidad.
Dicha verticalidad no es una metáfora vana; es un principio de orden, una ley de filiación, una escala a lo largo de la cual se experimentan grados de una sensibilidad especial. Finalmente la vida del alma, todas las emociones sutiles y reprimidas, las esperanzas, temores, fuerzas morales que comparten un porvenir tienen una diferencial vertical en toda la acepción matemática del término. La imaginación es portadora de energía moral, de orientación del ser a mantenerse erguido en oposición a las fuerzas negativas. Alcanzar, ascender, sublimar. “La imaginación es valoración”. En el reino de las imágenes en vano se pretenderá separar lo prescriptivo de lo descriptivo. Si la imagen no revela un valor de belleza, el psiquismo no se transforma. Las imágenes están asociadas siempre a valores vitales, a la experiencia de la vida, a la vida misma.
Relaciones entre aire, tierra, fuego son analizados y comparados con obras de teatro, cine y poesía. Su análisis de La casa como elemento importante en la vida del ser humano trasciende en el imaginario de lugar en el cual el hombre alberga sus tesoros, sus sueños, sus secretos, elementos como el baúl, el closet como sitios cerrados que simbolizan estos lugares de secreto. El análisis de las metas educativas 2021 desde la obra de bachelard sumerge en el maravilloso mundo de la imaginación, del sueño por un mundo educado, en una casa: la escuela, factible de lograr, si todos nos unimos a esta causa, pero desde la realidad del ser de la educación en todos sus niveles, para que deje de ser meta y sea “real”, para que lejos de estar en la ficción, cómo el vuelo, sea un elemento que recrea la historia haciendo soñar y vivirla a quien la ve, para que sea el fuego representado en el amor recreado por la niñez como ese amor que dura, cuya llama nunca se extingue representada en estas metas educativas, en el amor de quienes se reunieron a elaborarlas, en el amor a su patria, a su gente, a la niñez y la juventud por formar. Solo seres que imaginan, sueñan y representan un mundo donde todos y todas tengan la oportunidad de ser educados con calidad, que atienda la población diferencial, fortaleciendo su gestión a través de metas, políticas, estrategias, son gestores de un futuro mejor. No obstante aunque vale la pena soñar, hay que transmitir ese sueño a los maestros, quienes en sus manos tienen el verdadero reto de transformar la educación y hacer que niños, niñas, jóvenes transformen el imaginario de educación y escuela, amen y anhelen educarse para imaginar y crear, para producir ciencia, para transformar la realidad descubriendo y potenciando desde la educación “su masa de atractivos ocultos”.
REFERENCIAS
Bachelard, G (1966). Psicoanálisis del Fuego. Madrid: Alianza.
Flórez. (2011)Programa de curso. La didáctica de procesos en el aula. Rubio
Maritain.(2002) La educación en este momento crucial. Ediciones DDB
Meirieu. (s/f) Frankenstein o el mito de la educación como fabricación
ORGANIZACIÓN DE ESTADOS IBEROAMERICANOS, PARA LA EDUACIÓN , LA CIENCIA Y LA CULTURA OEI (2010). Metas Educativas 2021. Madrid: OEI
Ugas. (2003) Del acto pedagógico al acontecimiento educativo.San Cristobal: Lito formas
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