Contenedores
(Publicado en Escuela el 8 de mayo de 2014)
Sean los pilares de la educación de los que hablaba Delors, las capacidades, las competencias clave o las competencias básicas, parece claro que todavía hay cierta distancia entre lo que suponen esos fines de la educación y el currículo real que se desarrolla en muchas aulas. Aquellos proyectan hacia el futuro lo que se debería aprender. En estas perviven muchas inercias del pasado sobre lo que se debe enseñar. Lo peor de esa distancia es que la reflexión teórica y las propuestas prácticas están asimétricamente repartidas. En el reino de los fines hay mucha fundamentación pero pocas orientaciones para pasar del deber ser al ser. En el reino de las prácticas las urgencias de lo inmediato tienden a postergar la reflexión sobre su sentido.
Un ejemplo de la inconmensurabilidad entre esos dos reinos son las actuaciones que se derivan de las evaluaciones internacionales. Aunque son pruebas pensadas para valorar el grado de desarrollo de competencias generales, se suelen interpretar como diagnóstico del dominio de contenidos disciplinares. Por eso algunos creen que más horas de matemáticas y más horas de lengua son la solución a un problema que realmente no se ha entendido bien. Por mucho que algunas se adjetiven como instrumentales, las asignaturas escolares no fueron diseñadas para promover esas metas educativas. Así que ahondar en la disciplina de las disciplinas no parece el mejor medio para alcanzar esos fines.
Una organización escolar que fragmenta el currículo, una definición predominantemente conceptual del mismo y una evaluación siempre individual y por asignaturas hacen del escolar un terreno abonado para que los libros de texto y los exámenes sean los dispositivos que realmente definen lo que se enseña y se valora. Pero eso no tiene mucho que ver con el desarrollo efectivo de esas capacidades más generales.
No sobran, por tanto, propuestas que demuestren que otra organización del currículo es posible. Propuestas que renieguen de la sucesión de exámenes discretos como simulacro de la evaluación continua, que propicien actividades en las que aprender sea algo compartido y que superen las fronteras entre las dos culturas. Propuestas en las que lo que se enseña y se aprende tenga más que ver con la vida que con la axiomática de las asignaturas, que promuevan la comprensión lectora y sus placeres, que muestren que la realidad, además de ser conocida, puede (y debe) ser valorada y problematizada para que los alumnos puedan aprender a participar como ciudadanos.
Para organizar propuestas así es conveniente superar la lógica de las asignaturas y las prescripciones. Pensarlas para esos espacios curriculares protegidos para los que siempre deberíamos encontrar tiempo en nuestras aulas. Y desarrollarlas juntos, en comunidades de docentes que, en nuestro caso, pueden estar formadas por profesores de los dos lados del Atlántico.
Ese es el sentido de un proyecto que nació hace cinco años. Un proyecto con nítida vocación innovadora e iberoamericana (lo impulsa la OEI) que ahora estrena en abierto un gran banco de recursos didácticos a disposición de quienes comparten la idea de que educar para los fines antes comentados es mucho más que enseñar como nos enseñaron.
Miles de docentes de la Comunidad de Educadores Iberoamericanos para la Cultura Científica vienen utilizando desde entonces esos recursos que ahora se organizan en un espacio virtual denominado Contenedores. Ese término, tomado del ámbito de la cultura, quiere subrayar el carácter plural de unos contenidos que no están acotados por las tradicionales fronteras entre las asignaturas escolares y que se orientan hacia esos fines educativos más generales. Los materiales didácticos de este proyecto se usan en asignaturas reales, pero no nacen disciplinados, sino que pretenden superar la idea de que lo que se debe aprender ahora es lo que siempre se ha enseñado.
Los siete contenedores de ese proyecto están llenos de documentos periodísticos, de propuestas para fomentar la comprensión lectora y el interés por investigar. Contienen centenares de materiales didácticos con actividades pensadas para superar en el aula las fronteras entre la cultura científica y la humanística. Son propuestas tan sencillas como diversas. Propicias para fomentar a la vez la curiosidad científica y la responsabilidad ciudadana.
Las actividades conceptuales al lado de las investigaciones empíricas y las propuestas creativas. El gusto por conocer junto al interés por participar. La cooperación y el diálogo como bases de la educación. Esas son algunas de las señas de identidad de los más de trescientos cincuenta materiales didácticos disponibles en esos contenedores. Un proyecto que sigue creciendo y actualizándose al servicio de los educadores iberoamericanos.Contenedores es, por tanto, un lugar que pretende ser útil para que los verdaderos fines de la educación cuenten con nuevos medios en las aulas.
Un ejemplo de la inconmensurabilidad entre esos dos reinos son las actuaciones que se derivan de las evaluaciones internacionales. Aunque son pruebas pensadas para valorar el grado de desarrollo de competencias generales, se suelen interpretar como diagnóstico del dominio de contenidos disciplinares. Por eso algunos creen que más horas de matemáticas y más horas de lengua son la solución a un problema que realmente no se ha entendido bien. Por mucho que algunas se adjetiven como instrumentales, las asignaturas escolares no fueron diseñadas para promover esas metas educativas. Así que ahondar en la disciplina de las disciplinas no parece el mejor medio para alcanzar esos fines.
Una organización escolar que fragmenta el currículo, una definición predominantemente conceptual del mismo y una evaluación siempre individual y por asignaturas hacen del escolar un terreno abonado para que los libros de texto y los exámenes sean los dispositivos que realmente definen lo que se enseña y se valora. Pero eso no tiene mucho que ver con el desarrollo efectivo de esas capacidades más generales.
No sobran, por tanto, propuestas que demuestren que otra organización del currículo es posible. Propuestas que renieguen de la sucesión de exámenes discretos como simulacro de la evaluación continua, que propicien actividades en las que aprender sea algo compartido y que superen las fronteras entre las dos culturas. Propuestas en las que lo que se enseña y se aprende tenga más que ver con la vida que con la axiomática de las asignaturas, que promuevan la comprensión lectora y sus placeres, que muestren que la realidad, además de ser conocida, puede (y debe) ser valorada y problematizada para que los alumnos puedan aprender a participar como ciudadanos.
Para organizar propuestas así es conveniente superar la lógica de las asignaturas y las prescripciones. Pensarlas para esos espacios curriculares protegidos para los que siempre deberíamos encontrar tiempo en nuestras aulas. Y desarrollarlas juntos, en comunidades de docentes que, en nuestro caso, pueden estar formadas por profesores de los dos lados del Atlántico.
Ese es el sentido de un proyecto que nació hace cinco años. Un proyecto con nítida vocación innovadora e iberoamericana (lo impulsa la OEI) que ahora estrena en abierto un gran banco de recursos didácticos a disposición de quienes comparten la idea de que educar para los fines antes comentados es mucho más que enseñar como nos enseñaron.
Miles de docentes de la Comunidad de Educadores Iberoamericanos para la Cultura Científica vienen utilizando desde entonces esos recursos que ahora se organizan en un espacio virtual denominado Contenedores. Ese término, tomado del ámbito de la cultura, quiere subrayar el carácter plural de unos contenidos que no están acotados por las tradicionales fronteras entre las asignaturas escolares y que se orientan hacia esos fines educativos más generales. Los materiales didácticos de este proyecto se usan en asignaturas reales, pero no nacen disciplinados, sino que pretenden superar la idea de que lo que se debe aprender ahora es lo que siempre se ha enseñado.
Los siete contenedores de ese proyecto están llenos de documentos periodísticos, de propuestas para fomentar la comprensión lectora y el interés por investigar. Contienen centenares de materiales didácticos con actividades pensadas para superar en el aula las fronteras entre la cultura científica y la humanística. Son propuestas tan sencillas como diversas. Propicias para fomentar a la vez la curiosidad científica y la responsabilidad ciudadana.
Las actividades conceptuales al lado de las investigaciones empíricas y las propuestas creativas. El gusto por conocer junto al interés por participar. La cooperación y el diálogo como bases de la educación. Esas son algunas de las señas de identidad de los más de trescientos cincuenta materiales didácticos disponibles en esos contenedores. Un proyecto que sigue creciendo y actualizándose al servicio de los educadores iberoamericanos.Contenedores es, por tanto, un lugar que pretende ser útil para que los verdaderos fines de la educación cuenten con nuevos medios en las aulas.
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