Por Gustavo Flores Quelopana
El naufragio de la educación como arte y como ciencia en la sociedad cosificada
Fuente:
Las escuelas son la base de la civilización
Domingo F. Sarmiento
Resumen
Una cultura que pone en primer lugar el “tener” al “ser” es antieducativa por naturaleza, ocasiona la huída de sí mismo, la evasión interior, el miedo al otro, instaura la crisis de la alteridad, suprime las carreras humanísticas porque no dan dinero, enfoca lo educativo como un bien de consumo en vez de verlo como inconmensurable y espiritual, cree que la educación es la formación de competencias ahondando el reduccionismo economicista de lo formativo, lleva hacia la obliteración de la inteligencia en plena era del conocimiento; lo cual hace imperativo darse cuenta que la era del conocimiento está naufragando y lo que hace falta ahora es ingresar a la era de la responsabilidad social en donde se deje de controlar el conocimiento y cese la supresión del espíritu crítico.
I
Se ha dicho que a la Era de la Máquina (revolución industrial de la sociedad mecanicista y burocrática) le sigue la Era del Conocimiento (revolución de la información de la sociedad humanista y cognoscitiva).Y, sin embargo, la Era del Conocimiento está naufragando porque la misma se está dando dentro de una civilización que no reconoce las dos dimensiones inherentes del hombre, a saber, la dimensión inmanente y la trascendente. Se queda miopemente con la primera y deshecha la segunda porque resulta siendo un estorbo para el deshumanizante consumismo de la sociedad anética y postmetafísica. ¡La persona humana está muriendo! porque el conocimiento, que es el que crea valor, está siendo instrumentalizada por la esencia del dinero, que es la indiferencia a todo valor. El capitalismo del final de los tiempos está culminando la tragedia de la cultura al completar el fetichismo de la mercancía en el corazón mismo del proceso educativo.
La situación de la educación en el Perú y en América Latina es dramática y no es muy distinta a la crisis que la sacude a nivel mundial. Quizá la diferencia notoria entre la educación en nuestra Subregión –a excepción de Cuba- y los países del Primer Mundo es la inversión tan desigual en el sector, pero lo que afecta por igual a ambos es aun más grave. Y se trata que la educación mundial esté enferma porque le falta un gran espíritu que la conmueva y motive. Una cultura que pone en primer lugar el “tener” al “ser” es antieducativa por naturaleza, ocasiona la huída de sí mismo, la evasión interior, el miedo al otro, instaura la crisis de la alteridad, suprime las carreras humanísticas porque no dan dinero, enfoca lo educativo como un bien de consumo en vez de verlo como inconmensurable y espiritual, cree que la educación es la formación de competencias ahondando el reduccionismo economicista de lo formativo, lleva hacia la obliteración de la inteligencia en plena era del conocimiento; lo cual hace imperativo darse cuenta que la era del conocimiento está naufragando y lo que hace falta ahora es ingresar a la era de la responsabilidad social en donde se deje de controlar el conocimiento y cese la supresión del espíritu crítico.
Nuestra educación se encuentra actualmente secuestrada por el lucro privado y la indiferencia pública. El modelo educativo por competencias se nos quiere presentar como la única alternativa, cuando existen otros modelos menos deshumanizadores, como el de las inteligencias múltiples, la espiral dinámica, etc. Y en plena expansión de la globalización neoliberal se pone en evidencia que los criterios de rentabilidad, eficiencia y productividad no se pueden aplicar a lo educativo. Lo educativo no es un valor cuantitativo sino cualitativo y por lo tanto sus criterios de evaluación deben ser igualmente cualitativos. El no hacerlo ha provocado que la calidad humana haya descendido ha profundidades tan alarmantes que una verdadera revolución educativa es cuanto más necesaria como imperiosa en momentos que en nuestras sociedades crecen las tendencias anéticas y anómicas. Para una subregión considerada como mercados emergentes es insostenible seguir ostentado un retraso de tres décadas en inversión y desarrollo humano-educativo. Es más, para tener una adecuada educación nuestras sociedades tienen la obligación de preguntarse qué tipo de sociedad quieren construir. Sin un proyecto de país las reformas educativas seguirán yendo a la deriva.
II
Las cualidades del ser humano no son neutras respecto al sistema social y son conformadas en el mundo moderno actual de tres maneras centrales: la que está basada en la competencia, en el modelo de libre mercado de los países anglosajones; la basada en la igualdad, del modelo social de mercado de la Unión Europea; y la basada en la solidaridad, del modelo socialista cubano. De modo periférico, los países del Tercer Mundo copian mal los modelos capitalistas, generando más distorsión y acentuando los defectos en la formación educativa. Creo que esta es la principal limitación de todas las propuestas educativas académicas: soslayar el problema del sistema social más adecuado para el modelo pedagógico. Por eso, proponer la formación de nuevas cualidades o el desarrollo del pensar investigativo en un sistema social basado en la prepotencia del dinero no lleva a un mejoramiento del ser humano en su conjunto, sino a lo sumo puede alcanzar la formación de élites privilegiadas en lo educativo y en lo cultural, pero no a un verdadera transformación social. Claro que hay excepciones y el caso de Milton Hershey es ejemplar en los Estados Unidos, pues él dio testimonio de cuánto puede hacer un generoso corazón por la educación. Con su imperio del chocolate creó todo un pueblo completo, un orfanato y cuidó amorosamente de la educación.
Educador no es aquel que ve lo que el otro es, sino aquel que atisba lo que puede ser. Pero la educación sin bien es formadora, y ese es su lado activo, también es transmisora, y ese es su lado pasivo. Por consiguiente, el cambio humano que se propone la educación debe estar presidido por un cambio político firme y enérgico a favor de la educación. En este aspecto la educación está íntimamente relacionada con el principio de amor y de formación de los aspectos más nobles de la existencia humana.
Y para ello se debe construir una sociedad más humana, solidaria y justa. De lo contrario, lo que se construye en las aulas se puede echar a perder en la sociedad. Hacer traspasar conocimientos y sentimientos de su propio yo a los demás seres humanos y dirigir todas sus facultades y su imaginación al propósito de autorrealización personal para lograr una existencia armónica, fructífera y creadora consigo mismo y con los demás, es el objetivo. Pero esta tarea es imposible llevarla a cabo si solamente está dirigida hacia el intelecto, el sentimiento o hacia la voluntad. Es decir, sin ver que el hombre es una totalidad integrada de voluntad, emoción y pensamiento sólo se consigue seres unilaterales, deshumanizados especialistas, hábiles y glaciales tecnócratas, indiferentes a las demás dimensiones de la realidad humana.
III
Es por ello que la Educación no es solamente una ciencia sino también un arte, y lo es porque está dirigido no hacia un frío objeto carente de subjetividad, sino hacia una persona que trasciende la objetividad y encuentra lo más decisivo de sí misma en sus propia s profundidades. No hay duda que se puede aprender la carrera de educación y ejercerla con discreta habilidad, pero también es indiscutible que se nace educador así como se nace científico, deportista o filósofo.
En este punto hay que decir que la tarea de descubrir la vocación de educador no es asunto sencillo, y hoy menos en una sociedad competitiva, que arroja a miles de jóvenes al mercado laboral antes que éstos puedan en realidad tener la más mínima idea de sus verdaderos intereses. El resultado es que la labor educativa, como en muchas otras áreas de la actividad humana, se encuentra anegada por profesionales sin vocación ni apostolado, incapaces de insuflar nuevos ímpetus en la labor de descubrimiento de lo que el pupilo puede ser.
La educación está en crisis y con ella el ser humano. El hombre no sólo se ha vuelto en el principal enemigo del hombre, sino que lo es de sí mismo. Se está tocando hondo en esta espeluznante civilización del lujo, la avaricia y el lucro. Y lo más pasmoso de esta crisis mundial de la educación es que nunca como antes la civilización humana tuvo a su alcance tantos medios materiales para realizarla y nunca como ahora estuvo tan desprovista de los medios espirituales para llevarla a cabo. La civilización que endiosa el dinero está colapsando porque su espíritu está muriendo; el pathos superior que insufla a toda gran cultura no encuentra el terreno fértil y fecundo cuando se soslayan las necesidades humanas de la piedad, el amor, la caridad, la fraternidad y la libertad unida a la justicia.
En los hombres de hoy ya no hay bizarría en la mirada, grandeza en el gesto, pujante generosidad, galopante necesidad de dar amor, y en vez que las personas se vean envueltas y enjoyadas por una aureola invisible de arrojo varonil y entrega femenina, se ven arrastradas por el miasma pérfido y pestilente del frío cálculo egoísta, desabrido y orgiástico del espasmo de un corazón petrificado. El otrora quimérico argonauta que marchaba a la conquista legendaria del ideal vellocino se ha trocado en un ser interiormente adiposo, incoloro, limitado, más imperfecto, materializado, un autómata que se siente cosa entre las demás cosas, insensible a la alienación reinante ya no parpadea ante las enigmáticas estrellas, y en esta dulce inconsciencia no necesita del corazón ni del cerebro, todo le es formateado por los medios masivos de estupidización social (prensa, radio, televisión, publicidad, cine), que se encargan al unísono de adormecer la conciencia crítica y mutilar el espíritu, especialmente de aquel grupo que por antonomasia es rebelde, esto es, la juventud. Y entonces ya nadie expresa la inconformidad por un inquietante ambiente totalitario de anonimato, mediocridad y pobreza de espíritu. El hombre unidimensional de Marcuse se ha impuesto. La globalización ultraliberal y la cultura posmoderna del “todo vale”, unida al pensar objetivista-cientista, lo ha hecho posible. Incluso el “movimiento de los indignados” que protestan por la crisis ante las bolsas de valores del mundo contra el egoísmo de los super ricos, apenas logra convertirse en un problema de tránsito que en un cuestionamiento estructural. El Sol transformador aun duerme en este tiempo indeciso, crepuscular, invernal y gris. No obstante, hay aun corazones que se arrebatan y sublevan ante el automatismo abrumador actual y son la esperanza para que la ceguera desaparezca y el encaje móvil e irisado del Espíritu vuelva a batir bello y evocador el refulgente cielo azul.
Pensemos, si nunca hemos tenido políticas educativas para cuidar al genio, que es el 1% de la población, ahora el hiperestasiado medio de banalidad hace todo lo posible por desalentar y perder a los talentos, que es aproximadamente el 45% de la población estudiosa. El resultado es que la capacidad creativa y el emprendorismo sólo se encauzan para actividades de sobrevivencia, cuando lo que necesitamos es cuidar y fomentar la cultura y la creación. Sin nuevas ideas no hay salida a las crisis que nos agobian, y quienes se encargan de producir las ideas renovadoras no son necesariamente las academias ni las universidades, sino las generaciones que desafían el statu quo y rompen lanzas contra el sistema cultural imperante. Necesitamos hombres-ejes e ideas-fuerzas. Pero qué vemos ahora, sino conformismo, temor, bajo perfil, rastacuerismo, citomanía, almas presupuestíveras y repetición del magisterio extranjero, incentivada por lo demás, por la propaganda globalizadora del hiperimperialismo, con su difusión ideológica de “la muerte de los estados-nación”.
Para evitar la asfixia no hay nada más perjudicial que tragarse la aceituna con su pepa, y eso es lo que se viene haciendo servil y rastreramente. Y sumado a esto se prefiere llamar “culto” al crítico candil de frases sueltas y aisladas, que con pedantería de dómine son incapaces de percibir al espíritu selecto. La hollinada mental y la bellaquería despampanante, que por todo bagaje sólo exhiben zafia ironía, chistes chocarreros de cantina, frases consabidas que denuncian su indigencia cerebral, y todo esto es lo que tiene la puerta abierta en la vida cultural sometida al vil rendimiento económico. La cultura no puede ser medida por la utilidad cuantitativa sino por la cualitativa. Y olvidar este detalle nos está enfangando en la mendacidad cultural. Basta tener presente las mal llamadas Ferias del Libro, cuyos precios tristemente sólo reflejan afán de lucro en vez de promoción cultural.
Hoy más que nunca resurge exclamatoriamente la necesidad de una reestructuración integral de nuestra civilización y el educador debe ser el faro más consciente de lo imperioso de esta transformación. Sin su ayuda no será posible contrarrestar una sociedad basada en el lucro, el éxito, el placer y el poder, y con su colaboración como portadores de nuevos valores estará más al alcance de nuestras manos avizorar un mañana más esperanzador en estos tiempos finales del nihilismo posmoderno. Pero el maestro está inerme sin la colaboración de las otras instancias institucionales de la sociedad. No sólo los tres poderes de todo estado democrático deben colaborar con ella, sino incluso la prensa debe ceñirse a un código ético estricto para que lo se construye en el aula no se destruya en las portadas obscenas y cínicas de los diarios. Incluso las partidas de los partidos políticos en las campañas electorales deberían estar gravadas por un porcentaje que iría directamente a la partida de educación. Así el partido que más invierte en publicidad política más contribuye a la educación de la nación.
Epílogo
Hemos llegado a la era del conocimiento con una crisis profunda y mundial de la educación, donde se aprende sin pensar y se piensa sin aprender. Esta crisis es tan aguda que si no se toman medidas radicales triunfará irremediablemente la brutalidad consumista y materialista de las urbes tecnologizadas, será el fin de la cultura y el triunfo de la barbarie civilizada. Será la victoria del alzhéimer social. El alzhéimer biológico es una enfermedad neurodegenerativa, un tipo de demencia progresiva que se manifiesta con pérdida de memoria y de las capacidades cognitivas. Pero el alzhéimer social es el anetismo, es decir la pérdida de conciencia e identidad moral, la cosificación humana, que lo vuelve incapaz de darse cuenta de su propio desvarío e infelicidad. Ecce homo, carpe diem/ He ahí al hombre, aprovecha el día.
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Lima, Salamanca 4 de noviembre del 2011