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lunes, 18 de noviembre de 2013

“Recortar el conocimiento es hipotecar el futuro”

Francisco Solís RICYT -

 Para Francisco Manuel Solís Cabrera, los avances de la ciencia, la tecnología y la innovación son la única salida posible a la crisis económica que atraviesa en la actualidad buena parte del mundo. 

Secretario del Plan Andaluz de Investigación, Desarrollo e Innovación de la Consejería de Economía, Innovación y Ciencia de la Junta de Andalucía, Solís Cabrera considera que cercenar los recursos del campo científico-tecnológico equivale a empeñar los años venideros y retrasar un crecimiento que nunca debería detenerse. 
A lo largo de la siguiente entrevista, el experto andaluz nos hablará sobre la necesidad de generar una metodología para medir el impacto real de la ciencia en la sociedad, el lugar que ocupa la Junta de Andalucía en el contexto presente de España y la Unión Europea, las discrepancias que surgen a veces entre la dinámica política y el tiempo que necesitan los investigadores para alcanzar resultados, y el riesgo que entrañan los actuales recortes presupuestarios a la ciencia, la tecnología y la innovación en el país ibérico. 

Pregunta: ¿La medición del impacto social de la ciencia es viable o utópica?

Respuesta: Es viable, pero no fácil. Se trata de un tema de suma importancia en nuestro entorno más cercano, el de los sistemas nacionales y regionales de ciencia y tecnología, y que tiene una vital relación con los resultados del trabajo científico, con las evaluaciones y los efectos de la ciencia en general. No hablamos aquí del impacto a nivel de la visibilidad que tiene la comunidad científica, sino del impacto real que genera o puede generar en el seno de la sociedad. Es decir: cómo influyen la generación y la transferencia de conocimiento en la mejora del entramado social, en qué ayudan al día a día del ciudadano. Eso es lo que pretendemos medir. En la actualidad estoy involucrado en un par de tesis que están trabajando en estos temas. Hay que buscar una manera de cuantificar el impacto más allá de lo perceptible a nivel cualitativo. Recién se están procesando datos para alcanzar las primeras baterías de indicadores, aunque es bueno saber que cada vez hay más preocupación por parte de los gobiernos en estos temas. A nivel internacional cada vez es más frecuente que las agencias de financiación de proyectos de investigación incluyan los potenciales impactos sociales como criterios de evaluación en los procesos de revisión por pares, como es el caso de la National Science Foundation (NSF) o del Reino Unido, donde hay un fuerte sistema de evaluación. De hecho, las nuevas directrices de la Unión Europea en materia de ciencia se encaminan a prestar atención y resolver los problemas de la ciudadanía. Ya se han hecho algunos avances, sobre todo en el campo de la salud y también en el de medio ambiente.

P: El hecho de que muchas veces el ciudadano común no sepa distinguir qué es ciencia y qué no, qué forma parte de lo que entendemos por “avance científico”, ¿puede ser un problema para consolidar una metodología de medición?

R: Allí hay un problema de divulgación y cultura científica. Se trata de un punto a corregir. Las políticas públicas de ciencia y tecnología se financian con dinero público, con nuestros impuestos. Los ciudadanos tienen que conocer qué se hace con su dinero, de qué va la ciencia y la tec-nología de su país o de su región, y qué resultados se aspira a obtener. Pero esto, insisto, es un problema de divulgación. Pienso en mi madre de 91 años. A ella no le puedo hablar de factores de impacto ni de qué es una probeta o un espectrómetro de masa, pero sí le puedo decir que en cierto hospital de la ciudad de Sevilla se ha llevado adelante una investigación que asegura la cura de determinada enfermedad. Eso es algo que puede saber mi madre tanto como cualquier otra persona. Todos somos capaces de entender que la investigación científica puede salvar vidas o ayudar a la mejora del medio ambiente. Eso debe trabajarse desde el Estado con buenas campañas de divulgación y generación de cultura científica. El proceso debería iniciarse en la enseñanza primaria y secundaria, para que haya cada vez más conciencia de la importancia de la generación de conocimiento. Ya es algo sabido que los Estados tienen que apostar por la investigación y convencer a la inversión privada de que también deben apostar a ella, pero a veces se nos olvida un poco. El papel de lo público siempre es esencial, más en estos tiempos y en contextos como el español, donde está en boga la idea de privatizarlo todo. 

P: ¿Cómo se hace para compatibilizar el cortoplacismo de la vida política con esta necesidad por parte de los investigadores de contar con recursos a largo plazo? 

R: Sin lugar a dudas, es un grave problema. Los políticos en general son elegidos democráticamente y cada tantos años tienen que ceder su posición, pero en el terreno de la ciencia no se puede hacer políticas científicas a cuatro, cinco o seis años vista. Eso en ciencia no vale casi nunca. Hay que tener una mirada más amplia y precisamente para eso, para poder planificar a medio y largo plazo debemos basarnos en las evaluaciones, los indicadores y las estadísticas. Esta información debe ser utilizada por aquellos que tienen que tomar las decisiones para planificar las políticas públicas y que deben entender que tal vez muchos de los resultados de esas decisiones se materializarán con otros responsables políticos. 

P: ¿Cuál es la actualidad de la Junta de Andalucía en materia de ciencia?

R: Andalucía es una de las 17 comunidades autónomas de España y también pertenece, por ende, a la Unión Europea. Nosotros no podemos ir por libre en temas de investigación científica, y menos ahora que hay cada vez más internacionalización, más colaboración entre países y más efectos de alcance global. Teniendo eso en cuenta, en este momento estamos inmersos en un proceso que ha puesto en marcha la Unión Europea y que se conoce como especialización inte-ligente (RIS 3). Estamos colaborando para definir qué es lo mejor para cada comunidad y cómo cada comunidad puede ayudar más eficientemente al desarrollo regional. Todos no podemos hacer de todo. También estamos involucrados en grupos de trabajo en colaboración con la Administración General del Estado, donde se ha aprobado recientemente la Estrategia Española de Ciencia, Tecnología e Innovación que involucra a todo el Estado. En este momento Andalucía está haciendo un gran esfuerzo para mantener las inversiones realizadas en investigación, desarrollo e innovación, pues la actual crisis está afectando, y mucho, el normal desarrollo de nuestras políticas. Nos vemos obligados a ser muy creativos para responder a las distintas demandas de la población, no sólo en términos de desarrollo científico y tecnológico, sino también en lo que a sanidad, educación y políticas sociales se refiere. 

P: ¿Cuál es su opinión acerca de los recientes recortes presupuestarios anunciados en España?


R: No comparto los recortes que está haciendo el Gobierno de España en educación, sanidad, servicios sociales y, por supuesto, en ciencia y tecnología. El Gobierno de la Junta de Andalucía sabe que la salida de la crisis tiene que pasar necesariamente por el avance del conocimiento. Quizás a corto plazo no nos demos cuenta de lo que implican los recortes a la ciencia, pero a mediano y largo sí se van a sentir sus efectos. El ciudadano protesta cuando le bajan el sueldo, cuando hay ajustes presupuestarios en los colegios, cuando se dejan de hacer carreteras o cuando se deja de repararlas. Todo eso sí se ve, es tangible. El problema con los recortes a la ciencia es que estos recortes muchas veces son pasados por alto, ya que no tienen un correlato inmediato en la realidad presente. Son recortes invisibles, podríamos decir, pero no dejan de ser medidas muy peligrosas. Los recortes se dan gracias a una ignorancia y una mezquindad tremendas por parte de quienes nos gobiernan. Recortar el conocimiento es hipotecar el futuro de una comunidad y de un país sólo para acondicionar el presente de manera muy arbitraria y coyuntural. Ahora mismo en España hay una gran movilización y estamos tratando de que los ciudadanos se enteren de lo que está ocurriendo, porque parar las líneas actuales de investigación y la formación de nuestros futuros investigadores -muchos de los cuales se están yendo a buscar trabajo afuera, en países como Alemania o los Estados Unidos- es promover un fracaso a futuro. La ciencia no es una carretera cuya construcción puede ser detenida hoy y reiniciada, con mínimos retoques, dentro de un año. En ciencia no puedes parar y después seguir por donde ibas. De esta manera, terminas perdiendo veinte años en vez de uno o dos. En la investigación más desarrollo es más importante la sostenibilidad que el crecimiento rápido. Hay que evitar crecer con “dientes de sierra”, o sea: subir y bajar repetida y abruptamente. Por el bien de la investigación, necesitamos una mayor constancia. Y no olvidemos que a mediano y largo plazo la ignorancia nos sale más cara que invertir en educación, y la dependencia tecnológica mucho más cara que invertir en investigación, desarrollo e innovación. 

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